9 noviembre 2006, 1:41

 

La gran influencia de Manuel Aparici en la familia Rivera Ramí­rez
jueves, 09 de noviembre de 2006, 1:41:45 | FPC.

Fuente : Peregrinos de la Iglesia

Sor Carmen es hermana del Rvdo. José Rivera Ramírez, cuyo Proceso diocesano de Canonización se clausuró el día 21 de octubre de 2000, de Antonio Rivera, y de Ana María Rivera, en adelante Pepe o José y Antonio el «Ángel del Alcázar», respectivamente, y Ana María. Su nombre, el de su padre, el Dr. Don José Rivera Lema, y el de sus hermanos aparecerán frecuentemente a lo largo de esta biografía. Los de Sor Carmen y Ana María como testigos y los de los restantes miembros de su familia en sus escritos o en escritos de familiares y amigos.

Manuel Aparici había pensado en José como futuro sucesor suyo en la Consiliaría Nacional de Acción Católica, y así se lo había solicitado al Cardenal por si podía concedérselo.

Ana María conoció a la madre de Manuel Aparici, a una hermana de la madre, a su hermana Matilde y a su hermano Rafael. Durante la enfermedad de su madre la visitó muchas veces; incluso Manuel Aparici la llamó en varias ocasiones. Esta confianza que veían con respecto a la familia la consideraban una gracia de Dios, correspondiendo a su llegada con verdadera acogida formando parte del núcleo familiar. Le decía a su padre que se sentía algo suyo, y así obraba, escuchándole con toda atención.

Ofrecemos a continuación dos escritos reveladores de cuanto decimos: uno del padre de Sor Carmen a Manuel Aparici, otro de Manuel Aparici al padre de Sor Carmen.

I.

Con fecha 13 de abril de 1948 el padre de Sor Carmen, hablando de sus hijos, le dice a Manuel Aparici.

Mi querido amigo y capellán:

Recibí tu carta que verdaderamente me llenó de gozo, pues he visto, por lo que me refieres, que aquella tiara de requisitos indispensables para alcanzar algo del Señor: Sacrificio, mortificación y oración estaban y están en Antonio, Carmelina y Pepe. El primero por estar ya allí donde él, con toda convicción, dijo que iba, por lo que nos dejó nota clara del poder de esa tiara, y los otros dos por estar preparándose hace ya tiempo, y sin dejar de andarlo, en el camino angostísimo que les lleva a donde es voluntad del Señor que vayan, nos indican que si de Dios queremos ser oídos ha de ser formados en esos requisitos de que Él nos dejó perenne ejemplo en la Pasión que sufrió. Así que yo, que los veo tan en ti copiados, estoy contentísimo con que sean nuestros muchachos y más si atiendo a que en todas las habitaciones de esta casa resuenan constantemente los ecos de aquellas palabras que dejaban traslucir inequívocamente la admiración que por ti sentía el primero y sienten los que en la muerte mística … y en el martirio lento … van apartando día a día … las impurezas que les puedan quedar de su deambular por el mundo.

Y sentido esto, nada tiene de particular que tú que, a ellos acudes por medio de libros y petición de oraciones, te veas rodeado de esos obsequios que el Señor te hace en las almas de los ejercitantes de ambos sexos, pues ellos, los muchachos nuestros, a Él se lo han pedido para la santidad de su sacerdote y la máxima alegría de haberte entregado todo en todo lo que Él te pide.

Con todo el afecto de Carmen y Ana María recibe con el agradecimiento de tu bendición un fuerte abrazo de tu siempre buen amigo.

II.

Por su parte, él, ya muy enfermo, escribe con fecha 20 de marzo de 1963 a su buen amigo el Dr. D. José Rivera Lema, del que se consideraba "cuasi" hijo, y le dice:

He leído el original escrito por José Manuel de Córdoba sobre Antonio y me ha complacido mucho al par que me ha hecho bien el volver a recordar su ejemplo.

A Vds. también, como a la familia de S. Bernardo, se les puede designar como "la familia que alcanzó a Cristo", pues si Vd. y Dª Carmen colaboraron con el Señor en la santificación de sus hijos, ahora éstos, con las exigencias de sus vocaciones, les santifican a Vds. crucificándoles con la cruz de la soledad, soledad que Él nos elige para poderse dar más totalmente a nosotros sin compañías que dificulten la íntima unión preparatoria de la nueva, íntima, gozosa y eterna del cielo.

Con todo cariño les bendice a todos su "cuasi" hijo.

Y todo ello sin ánimo de ser exhaustivos. Por otro lado decir que se conservan cartas que José Rivera recibió de Manuel Aparici todas ellas de gran interés que, por su extensión no reproducimos. Dichas cartas están incorporadas a la Causa de Canonización de Manuel Aparici que ya está en Roma.

A modo de ejemplo, podemos citar el siguiente fragmento recopilado del diario de José Rivera y algunos apuntes sobre su vida personal que muestran una vez más la gran influencia de Manuel Aparici sobre su pensamiento.

Yo me he criado -reconoce José Rivera en su Diario 4-IV-1990- dentro de la idea del amor paternal de Dios, tan prontamente propuesta a mi entendimiento, sobre todo por Aparici.

Años antes, en carta dirigida a su hermana Ana María en noviembre de 1962, José Rivera describe : "El ambiente de casa me ha colocado en una situación especialmente fácil para asimilar las ideas de Aparici".

Fueron tiempos aquellos de entusiasmos juveniles y de militancia en Acción Católica, ambientados en el clima heroico de la postguerra, que él vivió envuelto por la sombra agigantada de su hermano Antonio, "El Ángel del Alcázar", y el testimonio de Manuel Aparici.

Las paredes de su habitación, en la toledana casa de la plaza de Santa Isabel número 2, estaban literalmente forradas hasta el techo de estanterías de madera oscura y en ellas una ingente cantidad de libros; algún recuerdo personal, entre ellos las fotografías del P. Aldama, y de Manuel Aparici.

En definitiva, la habilidad de su madrina de oraciones (su hermana Carmelina) – escribe Demetrio Fernández González – le fue poniendo en contacto con buenos sacerdotes: Amado Sáez de Ibarra, Manuel Aparici, Anastasio Granados, y cada uno en su momento fue dejando su impronta sobre la importancia de la formación espiritual en el Seminario, la necesidad de la mortificación incluso física, y la llamada universal a la santidad que son remachadas por el P. Nieto.

Tesis Doctoral de Oriol Pallás.

Por otro lado, Oriol Pallás, sacerdote que está realizando la tesis doctoral sobre José Rivera, indica el hecho de que estudiar su vida le pone en contacto también con Manuel Aparici por la influencia que tuvo sobre él. Manuel Aparici es de una gran vocación sacerdotal y su espiritualidad influencia al clero diocesano.

Estas son sin duda las diversas y ricas facetas de las que se puede hablar y escribir del Siervo de Dios Manuel Aparici Navarro y José Rivera Ramírez.

Nota editorial.

Peregrinos de la Iglesia lleva la Causa de Canonización del Siervo de Dios Manuel Aparici; las cartas del padre de José Rivera, de Manuel Aparici con José Rivera y la correspondencia epistolar con Sor Carmen, obran en su poder y se encuentran incorporadas al proceso de Canonización de éste, ya en Roma con su milagro, por lo que en todo momento se puede autentificar la veracidad de cuanto escribimos. Carlos Peinó Agrelo lleva personalmente la Causa desde enero de 1993 y es el vicepostulador de la misma.

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