25 octubre 2012, 22:15

La crisis de identidad en la adolescencia.

Silvia Nieto. Psicóloga Clínica. Postgraduada en Psicoanálisis, y en Familia, Adolescencia y Niñez. Asesora de coordinadores y jóvenes de la pastoral juvenil y vocacional. Parroquia de Nuestra Señora de la Consolación. Orden de los Agustinos Recoletos. Consulta privada en Buenos Aires y Bragado (Argentina).

La mayoría de los flamantes adolescentes sufren, porque ven que la naturaleza, los desaloja de su cuerpo de niños sin aviso y el mundo de los adultos está aún ajeno y lejano. Se sienten envueltos en una serie de cambios que el crecimiento les genera en lo físico, que a su vez les produce un intenso desajuste psicológico, definido por la crisis de identidad y por sentimientos de ambivalencia. Se preguntan ¿quién soy? y ¿qué soy?. Y sienten la dualidad de desear y temer a la vez cuestiones fundamentales para su vida como la emancipación y la sexualidad.

Esta transición en la antigüedad era recibida con ritos que con el paso del tiempo fue erosionando estas costumbres. Sin embargo, esta crisis vital sigue empeñándose tozudamente en provocar enormes problemas, que producen confusión, resistencia y miedos, y como resultado nos encontramos frente a cambios de conducta. Los padres también se sienten influidos por esta fase que atraviesan sus hijos. Las pulsiones sexuales nacientes y las conductas contradictorias que presentan, despiertan desorientación en la crianza.

Los padres se cuestionan y oscilan entre la angustia y la indulgencia. El estado de adolescencia se prolonga según las proyecciones que los jóvenes reciben de los adultos y según lo que la sociedad les impone como límite de exploración.

Los jóvenes sienten que algo les está sucediendo, incómodos y preocupados, sienten intriga y miedo por los impulsos sobre todo en el plano sexual, el cuerpo puede parecerles ajeno, que no está hecho a medida, se cuidan de sí mismos o al mismo tiempo no se preocupan al vestirse o asearse. Niegan su nuevo aspecto, tratan de hacer como si no existiera. A pesar de la información todo ello puede espantarlos.

Otra de las cuestiones que desorientan a los jóvenes es que se espera de ellos actitudes de adulto. Esto los obliga a dejar de refugiarse en su rol infantil y por eso deben reacomodarse. Les incomoda su nuevo aspecto, pero quisieran volver a su antiguo rol. Esta muda afecta a los jóvenes según su carácter y educación.

Es frecuente que los adolescentes no puedan verbalizar sus temores, muchos tienden a aislarse, otros desarrollan síntomas, y si estos miedos no son tomados a tiempo, pueden generar angustia, ansiedad y depresiones que paralizan y a veces se transforman en conflictos que arrastrarán de por vida.

Los padres dejarán de ser los valores de referencia. Los jóvenes se sienten vulnerables, son sumamente sensibles a las miradas y palabras de los que les rodean y en relación a aquello que les concierne más allá de su familia. En este momento de extrema fragilidad, lo que viene de dentro y fuera de sus familias puede favorecer la expansión y la confianza en sí mismos, al igual que el valor para superar insuficiencias, o por el contrario puede estimular el desaliento. Se defienden contra los demás mediante la depresión o por medio de un estado de negativismo que agrava aún más su debilidad. Muchos jóvenes ejecutan actos de agresión gratuitos. En estas crisis los adolescentes se oponen a las leyes, porque les parece que alguien que representa la ley no les permite ser ni vivir.

El hecho trascendental que marca la ruptura con el estado de infancia es la posibilidad de disociar la vida imaginaria de la realidad, el sueño de las relaciones reales. Al llegar a la adolescencia es cuando este mundo imaginario exterior le provocará la necesidad de salir, dejar la familia y mezclarse con grupos constituidos, que para él tendrán momentáneamente un papel de sostén externo a la familia. No pueden abandonar completamente los modelos del medio familiar sin antes disponer de modelos de relevo. Pero se carece de ritos de paso dónde los adultos decreten, no tienen puntos de referencia claros proporcionados por la sociedad, dado que se les espera en la otra orilla, y por lo tanto en la actualidad hay cada vez más adolescentes desesperados.

El tiempo del adolescente aparece constantemente salpicado de alegrías inmensas y de penas tan repentinas como pasajeras. Sufre y goza, y su humor oscila continuamente entre la depresión y la exaltación.

Ningún joven puede atravesar la adolescencia sin tener ideas de que es preciso que cambien de algun modo las relaciones infantiles. Hay que pensar en acceder a otro nivel. Existe entre los adolescentes la creencia en la amistad esto les hace la vida más soportable, tal vez los que no encuentran estas amistades son los que están más a la deriva. Hay sentimientos que existen desde la infancia, por ejemplo la falta de confianza y en la adolescencia se hacen más fuertes. Como no encuentren otra motivación más que la fe en sí mismos, si los amigos les traicionan, quedarán desposeídos, y es en este punto de desasosiego, soledad y abandono, donde no hay relaciones personalizadas, buscan un grupo de militancia activa, o tal vez pasivo que se reuna para obtener algún modo de satisfacción.

Los jóvenes tienen muchas razones para zozobrar .. los duelos que deben atravesar en esta crisis vital. Los padres pierden el lugar absoluto que se les asignaba en otro momento. Las relaciones con el grupo de pares, la falta de una actividad laboral adecuada, un trabajo a través del cual podrían recuperar la confianza en sí mismos, lo cual puede ser una promesa de futura liberación, cuando esto ya no es posible los jóvenes se ven arrastrados a medios ilícitos de ganar dinero o de obtener placer, lo cual representa una señal de alarma en este período crítico. El entorno familiar no debería favorecer estas conductas. Esta crisis inquieta a los jóvenes, ya que implica ruptura, y en muchos casos tratan de ocultarla porque remite a angustias muy primitivas. Se vuelve imperioso aliviar el sufrimiento y la desolación de forma inmediata. Los jóvenes necesitan suturar una herida abierta que los desgarra, son capaces de dar la vida y la dan, … es una de sus vías de escape …

Lo que se busca es la solución a los problemas graves de identidad. Es el esfuerzo de integración, a todo precio, al mundo de los adultos, ser como todo el mundo ya que no se puede ser uno mismo. Padres e hijos se desorientan frente a este momento vital, por diferentes motivos …. Los hijos buscan independencia, los padres sienten que sus hijos crecen y esto los lleva a un duelo, y en medio de todos estos cambios es necesario seguir sosteniéndolos, acompañándolos y ayudándolos en este crecimiento …

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