26 octubre 2012, 12:15

La educación de valores en nuestros hijos.

Javier Mandingorra Giménez. Estudios eclesiásticos de Filosofía y Teología. Máster de Orientación Familiar por la Universidad de Navarra y de Sexualidad por el Instituto Pontificio Juan Pablo II en Valencia (España).

Es en la pubertad cuando los cambios somáticos y fisiológicos acontecen. Por ello debemos llevar a los adolescentes a una madurez psíquica, con hábitos de orden, responsabilidad, autonomía a fin de evitar el desfase en su desarrollo psicológico y físico.

Hay que hablarles del amor, que nos hace coparticipes de los planes de Dios para la Creación. Enseñarles que el hombre es lo que ama, no quien lo ama, luego según donde pongamos nuestro corazón eso seremos.

Hablémosles de esa persona que no conocen y de la que hay que guardarse. El verdadero amor sabe esperar, es paciente. Paciencia es amor en el tiempo.

Que para no vulnerar la propia dignidad y la del otro hay que aceptar de forma total a la persona a la que se unirán, con sus potencialidades, incluida la generativa y esta en la relación conyugal. Solo en ella se superan los egoísmos buscando el bien del otro y de los hijos. En ella se aprende a conjugar el: Yo, Tu, Nosotros. Y no olvidemos que la educación de los hijos empieza con el noviazgo de los padres.

Tenemos una herramienta que debemos conocer y utilizar inteligentemente, la podríamos definir como la gestión adecuada de nuestras propias emociones. Ello implica el conocimiento propio. Analizar qué emociones nos ayudan y cuales nos perjudican, con el fin de potenciar unas y evitar o corregir las otras.

Una vez ” clasificadas” las emociones, les enseñaremos a que decidan lo que quieren de la vida y que ello no se logra sin esfuerzo, trabajo. Es en definitiva el querer y el actuar: actitud positiva ante la vida.

Sumergidos como estamos en el tiempo, les enseñaremos que el tiempo es el corazón de la existencia. La fase más importante para el ser humano, no es el presente ni el pasado, es el futuro. El hombre solo puede comprenderse a sí mismo mirando la silueta que proyecta sobre el porvenir.

Querer: lograr que el adolescente no dependa de motivaciones externas que le llevan a ser una veleta, a ir a la ” moda “, a lo ” políticamente correcto “, actuar solo mientras dure una motivación (una novia, premios, …), también se podrían catalogar como estímulos externos.

Actuando así, se le hará ver que ser “persona”, no es algo exterior sino de disciplina interior. De felicidad consigo mismo. Que lo importante es ser, no el tener, y de esta forma logrará controlar su vida, fijará sus objetivos, será disciplinado, algo de lo que por desgracia están faltos muchos de nuestros adolescentes.

Actuar: está claro que nada se logra sin trabajo. No se puede pretender una profesión sin el esfuerzo que implican los años de estudio (evaluaciones, calificaciones, selectividad, años de carrera y especialidades, …). Un gran esfuerzo sin duda, pero no hay otro método.

¿CÓMO QUERER?.

Debemos los educadores, llevar al adolescente a que se pregunte ¿Quiero? o, ¿Me hace ilusión?

Para responder afirmativamente, buscará pautas de actuación para lograr su meta, las corregirá y comenzará de nuevo, adquirirá experiencia de sus errores y seguirá luchando hasta el fin.

Esta capacidad de lucha le hace ser entusiasta, optimista, disciplinado, … y transmitirá su “pasión de vivir”.

Nuestros hijos serán así, si, no lo olvidemos, somos o luchamos por ser así nosotros: los padres, los educadores, … Qué gran responsabilidad, qué gran reto para nuestra propia vida y la de nuestros hijos.

Adelante pues con la felicidad de nuestros hijos y la nuestra por verlos felices.

¿CÓMO ACTUAR?.

Esos cambios hormonales en nuestros adolescentes, propios de la pubertad, plantean a los padres nuevos protocolos de actuación. Ya que estos cambios son de tan gran importancia que afectarán a su vida de adultos y por tanto a su felicidad.

1.- En primer lugar es importante informar con inteligencia y dar los conocimientos adecuados.

2.- Educar la afectividad y los sentimientos. Es la mejor forma de ayudarles a madurar.

3.- Educar en la libertad y responsabilidad, dando pautas para orientar su conducta mediante criterios, valores, enseñando disciplina. Un diálogo con ellos, que saldrá de forma natural si ya en las anteriores etapas, en especial en la infancia la habíamos incentivado.

Así aprenderá si se lo enseñamos, que libre es sólo aquel cuyo ser humano interior domina al exterior, la conciencia y la libertad de corazón, al impulso y la pasión.

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