Estables en la fe y firmes en la esperanza del Señor

(RV).- Tal como estaba previsto, este V Domingo de Pascua, en el marco del Año de la Fe, el Papa Francisco confirió, por primera vez, el Sacramento de la Confirmación a 44 fieles, los menores tenían 11 años y la mayor 55. En representación de los cinco continentes, tres de Colombia, dos provenientes respectivamente de Argentina y de España, y los demás de Brasil, Congo, Líbano, Nigeria, Cabo Verde, Italia, Madagascar, Alemania, Francia, India, Portugal, Estados Unidos, Rumania, Filipinas, Irlanda, China, Sri Lanka y Bielorrusia.

Hacia el final de la misa celebrada a las diez de la mañana en la Plaza de San Pedro, ante 70 mil personas, dos jóvenes que recibieron la Confirmación de manos del Papa, un español y una italiana, dirigieron su saludo a Francisco.

Texto completo de la homilía del Santo Padre.

Queridos hermano/as que van a recibir el sacramento de la confirmación :

Quisiera proponerles tres simples y breves pensamientos sobre los que reflexionar.

1. En la segunda lectura hemos escuchado la hermosa visión de san Juan: un cielo nuevo y tierra nueva, y después la Ciudad Santa que desciende de Dios. Todo es nuevo, transformado en bien, belleza, verdad; no hay ya lamento, luto … Ésta es la acción del Espíritu Santo: nos a trae la novedad de Dios; viene a nosotros y hace nuevas todas las cosas. El Espíritu nos cambia. Y la visión de san Juan nos recuerda que estamos todos en camino hacia la Jerusalén del cielo, la novedad definitiva para nosotros, y para toda la realidad, el día feliz en el que podremos ver ese rostro maravilloso del Señor Jesús, podremos estar con Él para siempre, en su amor.

Ven, la novedad de Dios no se asemeja a las mundanas, que son provisorias, pasan y siempre se busca algo más. La que Dios ofrece a nuestra vida es definitiva, y no sólo en el futuro, cuando estaremos con Él, sino también hoy: Dios está haciendo todo nuevo, el Espíritu Santo nos transforma verdaderamente y quiere transformar, contando con nosotros, el mundo en que vivimos. Abrámosle la puerta, dejemos que Él nos guíe, que la acción continua de Dios nos haga hombres y mujeres nuevos, animados por el amor de Dios, que el Espíritu Santo nos da. Qué hermoso si cada uno de ustedes, pudiera decir: hoy en la escuela, casa, trabajo, guiado por Dios, he realizado un gesto de amor hacia un compañero, mis padres, un anciano.

2. Un segundo pensamiento: en la primera lectura Pablo y Bernabé afirman que “hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios” (Hch 14, 22). El camino cristiano de la Iglesia, también nuestro  personal, no son siempre fáciles, encontramos dificultades. Seguir al Señor, dejar que transforme nuestras zonas de sombra, comportamientos que no son según Dios, y lave nuestros pecados, encuentra muchos obstáculos, fuera de nosotros, en el mundo en el que vivimos que frecuentemente no nos comprende, y también dentro de nosotros, en nuestro corazón. Pero las tribulaciones, forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la Cruz; las encontraremos siempre en la vida. No nos desanimemos: tenemos la fuerza del Espíritu …

3. Y así llego al último punto. Es una invitación que dirijo a ustedes, los que se van a confirmar y a todos: permanezcan estables en la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Escuchen bien jóvenes. Esto hace bien al corazón, pero hace falta valor. Y nos da esta fuerza. No hay incomprensiones que nos hagan temer si permanecemos en Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con Jesús, si le hacemos cada vez más espacio en nuestra vida. Esto también y sobre todo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios da fuerza a nuestra debilidad, riqueza a nuestra pobreza, conversión y perdón a nuestro pecado. Cristo es tan misericordioso que siempre si vamos a Él nos perdona. Confiemos en la acción del Espíritu Santo, podemos hacer cosas grandes y nos hará sentir el gozo de ser  discípulos, testigos.  Nosotros los cristianos no hemos sido elegidos para las cosas pequeñas, vayan siempre más allá, jóvenes, juéguense la vida por grandes ideales.

Queridos amigos, abramos de par en par la puerta de nuestra vida a la novedad de Dios que nos concede el Espíritu Santo, para que nos transforme, fortalezca en las tribulaciones, refuerce nuestra unión con el Señor, para permanecer firmes en Él : ésta es una verdadera alegría. Así sea.

(CdM y MFB – RV)

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