La Virgen María es guía segura hacia el Hijo de Dios

(RV).- Al día siguiente de la solemnidad del sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia celebra la memoria del Corazón inmaculado de María. La contigüidad de las dos celebraciones es ya, en sí misma, un signo litúrgico de su estrecha relación : el misterio del Corazón del Salvador se proyecta y refleja en el de su Madre que es también compañera y discípula, como indica el Directorio sobre la Piedad Popular y Liturgia, de 2002, impulsado por el Beato Juan Pablo II, que lo encomendó a la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos (n.174).

«Siempre María nos guía a Jesús», reiteró hace unos días el Papa Francisco, clausurando el mes dedicado a la Madre de Dios : Queridos hermanos y hermanas, esta tarde rezamos juntos el Santo Rosario, recorriendo algunos eventos del camino de Jesús, de nuestra salvación, con aquella que con mano segura nos guía a su Hijo.

Así como la solemnidad del sagrado Corazón celebra los misterios salvíficos de Cristo, la memoria del Corazón inmaculado de María es celebración resumida de la asociación de la Madre a la obra salvadora de su Hijo, desde la encarnación hasta su muerte y resurrección, destacando que la devoción se ha difundido mucho, después de las apariciones de la Virgen en Fátima, en 1917. A los veinticinco años de las mismas, en 1942, Pío XII consagraba la Iglesia y el género humano al Corazón inmaculado de María, y en 1944 la fiesta se extendió a toda la Iglesia.

Como es sabido, el Papa Juan Pablo II después del atentado que sufrió en la Plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, pensó inmediatamente en la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María y compuso él mismo una oración para lo que definió «Acto de consagración», que se celebraría en la Basílica de Santa María la Mayor el 7 de junio de 1981, solemnidad de Pentecostés, día elegido para recordar el 1600° aniversario del primer Concilio Constantinopolitano y el 1550° aniversario del Concilio de Éfeso. Estando ausente el Papa por fuerza mayor, se transmitió su alocución grabada. Citamos el texto que se refiere exactamente al acto de consagración, escrito por el Papa Juan Pablo II:

«Madre de los hombres y pueblos, Tú conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, Tú sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y mal, entre la luz y las tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón y abraza con el amor de la Madre y Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto a ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos el tiempo de la paz y libertad, el tiempo de la verdad, justicia y esperanza».

(CdM – RV)

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