El espíritu de la ley es tutelar la dignidad humana

(RV).- También en Francia – reiteró el Santo Padre – la Iglesia católica desea colaborar con los responsables de la vida pública, por el bien de la persona y sociedad, por encima de modas pasajeras y en el respeto mutuo. Recibiendo con alegría a algunos miembros del Senado y de la Asamblea Nacional de la República Francesa, que habían solicitado esta audiencia – pertenecientes al Grupo de amistad Francia y Santa Sede o al Grupo de estudios de vocación internacional y Santa Sede  – el Obispo de Roma puso de relieve que «más allá de las sensibilidades políticas que representan, su presencia manifiesta precisamente la calidad de las relaciones».

Este encuentro en el Vaticano es una oportunidad para poner de relieve la relación de confianza que en general existe en Francia entre los responsables de la vida pública y los de la Iglesia católica, ya sea a nivel nacional como regional o local.

El principio de laicidad que rige la relación entre el Estado francés y las diferentes religiones no debe significar de por sí una hostilidad a la realidad religiosa o la exclusión de la Religión de la esfera social. Nos podemos alegrar ante el hecho de que la sociedad francesa redescubra las propuestas de la Iglesia, que ofrecen una visión de la persona y su dignidad, en vista del bien común, aportando su contribución específica en temas profundos, que abarcan una visión más completa de su destino, que no estriba sólo en la cuestión antropológica o social, sino también en los ámbitos político, económico y cultural.

Su Santidad Francisco I concluyó su saludo alentando a los parlamentarios franceses a cumplir su misión al servicio de los ciudadanos, teniendo en cuenta no sólo lo técnico sino también el espíritu.

Como representantes electos de una nación, a la que se suelen dirigir los ojos del mundo, es su deber, creo, contribuir de manera eficaz y constante en seguir mejorando las vidas de sus conciudadanos, que ustedes conocen bien, en particular a través de innumerables contactos locales que cultivan y les hacen sensibles a sus necesidades reales. Su tarea es, sin duda técnica y jurídica y consiste en proponer leyes, enmendarlas o abrogarlas. Pero también es necesario infundir en ellas, un espíritu o alma que les confiera la cualidad esencial que eleva y ennoblece a la persona humana. Por lo tanto los aliento de corazón a proseguir en su noble misión, buscando siempre el bien de la persona y promoviendo la fraternidad en su país.

(CdM – RV)

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