Francisco I recuerda a Pablo VI

(RV).- Cerca de 5 mil peregrinos de la diócesis de Brescia llegaron ayer a Roma para celebrar el 50 aniversario de la elección del venerable siervo de Dios el Papa Pablo VI. Esta mañana, a las 11 h. recordando aquel evento, Mons. Luciano Monari, obispo de Brescia ha celebrado la Santa Misa en el altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro. Junto a él, han concelebrado otros 3 obispos y un centenar de sacerdotes. También estaba presente el cardenal Giovanni Battista Re. Pasado el mediodía, Su Santidad ha entrado en la Basílica para saludar a los peregrinos y dirigirles un discurso.

El Obispo de Roma ha agradecido la oportunidad de poder compartir la memoria del Venerable Siervo de Dios Pablo VI con la diócesis de Brescia, de la que era oriundo el Papa Montini, y que peregrina a Roma en el año de la Fe. “Habría tantas cosas que decir y recordar de este gran Pontífice”, ha dicho el Santo Padre. Y se ha limitado a destacar tres aspectos fundamentales que dejó el testimonio petrino de Pablo VI: el amor a Jesucristo, la Iglesia y humanidad.

Pablo VI supo dar testimonio, en años difíciles, de la fe en Jesús. Resuena todavía, más viva que nunca, su invocación de la necesidad de Cristo. Sí, el hijo de Dios es más necesario que nunca al hombre de hoy, en los “desiertos” de la ciudad secular nos habla de Él, y revela su rostro. Durante toda la vida de Montini, incluso en la elección del nombre como Papa, el apóstol Pablo es quien ama a Jesucristo de manera suprema, y trata de llevar el Evangelio a todas las gentes, hasta ofrecer su propia vida.

Es necesario anunciar a Jesús y no guardar silencio. Él es revelador del Dios invisible, el primogénito de toda criatura, fundamento de todas las cosas, maestro de la humanidad, redentor, el centro de la historia y el mundo, hombre del dolor y la esperanza, que ha de venir y debe ser algún día el juez que nosotros esperamos en la plenitud eterna de nuestra existencia.

El amor de toda una vida del Papa Montini por la Iglesia, es alegre y doloroso – ha recordado el Santo Padre – que expresó desde su primera encíclica Ecclesiam suam. Pablo VI vivió de lleno las vicisitudes después del Concilio Vaticano II, sus luces, esperanzas y tensiones, se gastó sin reservas. Un verdadero pastor cristiano que tenía una visión muy clara de que la Iglesia es una madre que lleva y conduce a Cristo.

El mismo Papa Montini decía : la Iglesia está verdaderamente arraigada en los corazones del mundo, pero a la vez es suficientemente libre e independiente para interpelarlo.

Finalmente, el Papa Francisco aludió al último aspecto. En la última sesión del Concilio Vaticano II, Pablo VI pronunció un discurso que sorprende cada vez que lo releemos. En particular, cuando se habla del hombre contemporáneo. El humanismo secular profano apareció en su terrible estatura. La Religión del Dios que se hizo hombre se encontró con la Religión del hombre que se hace Dios. Podría haber sido una lucha, batalla y condena, pero no sucedió. Los humanistas modernos, renunciatarios a la trascendencia de las cosas supremas, reconocieron un nuevo humanismo y la antigua historia del samaritano fue el paradigma de la espiritualidad.

Y con una visión integral de la labor del Vaticano II, ha observado el Papa Francisco de su predecesor, que Pablo VI decía que toda la riqueza doctrinal se dirige en una dirección, servir a la humanidad en todas las condiciones, enfermedades y necesidades.

(ER – RV)

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