No podéis servir a Dios y al dinero

Cruz & Cielo(RV).- La riqueza enferma el pensamiento y la fe. Lo dijo Francisco I en la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta. El Papa subrayó que, de los ídolos de la opulencia, nacen males como la vanidad y el orgullo.

El sumo pontífice desarrolla así su homilía partiendo de las palabras de San Pablo afirmando que no se puede rendir servidumbre al Señor mientras acumulas riquezas, ya que el apego por estas últimas nos alejan de Él. Hay muchos pecados derivados de la avidez por la posesión, de hecho, es la raíz de todos los males.

Obsesionados por este deseo de poseer, constató el Santo Padre, algunos se desvían de sus creencias, procurándose por su causa muchos tormentos que también perjudican a otros. Y con amargura el Obispo de Roma aseguró que es tan grande su persuasión que te lleva a la perdición, es más, de que te sirve ganar el mundo si con ello pierdes tu alma.

Discusiones inútiles, envidias, litigios, maledicencias, sospechas, conflictos en mente entre personas corruptas, privadas de verdad y libertad, son consecuencia de la avaricia, que considera solamente a la Religión como una mera fuente de lucro.

En definitiva, el poder corrompe y no hay escapatoria, si eliges este camino, advirtió Su Santidad, al final sucumbirás a la corrupción y su seducción, haciendo notar que Jesús es muy enérgico sobre este argumento : No podéis servir a Dios y al dinero. Lo hemos leído en el Salmo porque acaba por aparecer la soberbia.

La riqueza, vanidad y orgullo – recordó el Obispo de Roma – no nos salvan. Sin embargo, observó, que Satanás siempre utiliza estas tentaciones, para hacernos pecar de idolatría y rendirle culto. Los primeros Padres de la Iglesia en el siglo III decían que el dinero es diabólico. Y es así, porque hace idólatras y enferma la mente, convierte en maníacos y ociosos.

La justicia, piedad y caridad nos dice San Pablo, agregó el Sucesor de Pedro, nos ayudan a evitar con paciencia aquellas malas inclinaciones, son el camino de Dios y no del idólatra. La humildad de servir al Señor – concluyó el Vicario de Cristo – nos ayude a todos a no caer en la trampa del diablo.

(RC – RV)

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