Francisco I en el aniversario del catecismo de la iglesia

Cristo(RV).- El sumo pontífice presidió esta mañana en la plaza de san Pedro, ante decenas de miles de fieles, la Santa Misa en ocasión de la Jornada de los catequistas, que llegaron en peregrinación a la Tumba de Pedro para el Año de la Fe. Una oportunidad también para recordar el 20º aniversario de la publicación del catecismo de la Iglesia Católica.

Texto de la homilía del Santo Padre.

1. «¡Ay de los que se fían de Sión … acostados en lechos de marfil!» (Am 6,1.4); comen, beben, cantan, se divierten y no se preocupan por los problemas de los demás. Son duras estas palabras del profeta Amós, pero nos advierten de un peligro que todos corremos. ¿Qué es lo que denuncia este mensajero de Dios, lo que pone ante los ojos de sus contemporáneos y también ante los nuestros hoy? El riesgo de la mundanidad. Es la misma experiencia del rico del Evangelio, vestido con ropas lujosas y banqueteando cada día en abundancia; esto era importante para él. ¿Y el pobre que estaba a su puerta y no tenía para comer? No era asunto suyo, no tenía que ver con él. Si lo mundano se convierte en el centro de la vida, se apodera de nosotros, perdemos nuestra propia identidad.

Si falta la memoria de Dios, todo queda comprimido en el egoismo y los demás pierden consistencia, ya no cuentan nada, todo se reduce a una sola dimensión, el tener o poseer, que nos vacía el ser como personas. Quien corre en pos de este vacío, él mismo se convierte en nada, dice otro gran profeta, Jeremías (Cf. Jr 2,5). Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no de ídolos como el dinero.

2. Entonces, mirándoles a ustedes, me pregunto : ¿Quién es catequista? El que custodia la palabra de Dios, que como la Virgen María, no piensa en el honor, prestigio y riqueza. Por el contrario, tras recibir el anuncio del ángel se pone en camino, y va donde su anciana pariente Isabel, también en cinta, para ayudarla, y al encontrarse con ella, su primer gesto es proclamar su alma la grandeza del Señor porque ha mirado la humillación de su esclava (Cf. Lc 1,46.48.50). En este cántico está la propia experiencia de la fe. Y así es para todo cristiano porque nos recuerda a Jesús, que crea y salva, nos transforma y purifica, cura y alimenta. El catequista se pone al servicio de anunciar el Evangelio, no para exhibirse, sino para hablar de la revelación y doctrina en su totalidad.

San Pablo recomienda a su discípulo y colaborador Timoteo sobre todo una cosa : Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, a quien anuncio y por el que sufro (Cf. 2 Tm 2,8-9). Y el Apóstol dice esto porque era un perseguidor de los cristianos y el Señor lo transformó con su gracia. El Catecismo hace presente en los sacramentos de la Iglesia, este esfuerzo y compromiso.

3. ¿Qué camino se ha de seguir para no ser superficiales como los que ponen su confianza en sí mismos? En la segunda Lectura, San Pablo, dirigiéndose de nuevo a Timoteo, da algunas indicaciones que pueden marcar también el camino del catequista, tender a la justicia, piedad, caridad y mansedumbre (Cf. 1 Tm 6,11), debe ser alguien que se fía de Dios y pone en Él su seguridad, un hombre o mujer de «hypomoné», con paciencia y perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, pruebas y fracasos, con serenidad y esperanza.

Saludos del Papa.

Una vez concluida la celebración con los catequistas, Francisco I rezó el ángelus con los reunidos en la Plaza de San Pedro, y saludó a todos para agradecerles su participación, especialmente a los catequistas venidos de tantas partes del mundo.

En esta ocasión, al saludar a Su Beatitud Youhanna X, Patriarca greco-ortodoxo de Antioquía y de todo el Oriente, el Obispo de Roma invitó a rezar, una vez más, por la paz en Siria.

También se refirió a los peregrinos venidos de Asís, así como al Club Alpino Italiano, en el 150° aniversario de su fundación y a un grupo de peregrinos nicaragüenses recordando el centenario de la fundación canónica de su provincia eclesiástica.

Finalmente, recordó que ayer en Croacia, fue proclamado Beato Miroslav Bulešić, sacerdote diocesano, muerto mártir en 1947. Alabemos al Señor por este testimonio.

(MFB y ER – RV)

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