La actualidad de la Pacem in Terris

Ciudad del Vaticano, 3 octubre 2013 (VIS).- ”Observando la realidad actual, me pregunto si hemos entendido la lección de la Pacem in Terris, si las palabras justicia y solidaridad están solo en el diccionario o todos nos esforzamos para que sean una realidad”, ha dicho el Papa recibiendo en audiencia a los participantes en el encuentro promovido por el Pontificio Consejo Justicia y Paz para conmemorar el 50 aniversario de la publicación de la encíclica del futuro santo Juan XXIII.

La Pacem in Terris, como ha recordado Francisco I, se escribió en el período más crítico de la guerra fría, cuando la humanidad temía encontrarse al borde de un conflicto atómico mundial por el enfrentamiento entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y Unión Soviética. Con ella Juan XXIII lanzaba un dramático llamamiento a los responsables del poder. “Era un grito, pero también una súplica al cielo. El diálogo que, entonces, se abrió con dificultad entre los grandes bloques contrapuestos llevó, durante el pontificado de otro beato, Juan Pablo II, a la superación de aquella fase y a la apertura de espacios de libertad y diálogo. Las semillas sembradas han dado fruto y, no obstante, aunque hayan caído muros y barreras, el mundo sigue necesitando de la paz”.

La encíclica afirma que el fundamento consiste “en el origen divino del ser humano, la sociedad y autoridad, por lo cual las personas, familias, grupos sociales y Estados deben establecer relaciones. La tarea de todos los seres humanos es, por tanto, construir con el ejemplo de Jesucristo, siguiendo estos dos caminos : promover y practicar la justicia, así como contribuir al desarrollo humano según la lógica de la solidaridad”.

La consecuencia de recordar el origen divino de la persona, la sociedad y autoridad no es otra que “el valor de la persona, la dignidad de cada ser humano que hay que promover y tutelar siempre. Y, como afirma Juan XXIII, no hay que garantizar solamente los principales derechos civiles y políticos, también hay que ofrecer a cada uno la posibilidad de acceder a los medios esenciales de subsistencia : los alimentos, el agua, la vivienda, atención sanitaria, instrucción, posibilidad de formar y sostener una familia. Estos son los objetivos que tienen una prioridad inderogable en la actividad nacional e internacional y son el parámetro de su bien hacer. De ellos depende una paz duradera para todos”.

“Ciertamente – ha constatado el sumo pontífice – la encíclica habla de objetivos y elementos que forman parte desde hace tiempo de nuestro modo de pensar, pero habría que preguntarse : ¿Cincuenta años después, se reflejan realmente en el desarrollo de nuestras sociedades?”.

“La Pacem in Terris no pretendía afirmar que fuera tarea de la Iglesia dar indicaciones concretas sobre temas que, en su complejidad, deben dejarse al libre debate. En materia política, económica y social no es el dogma el que tiene que indicar las soluciones prácticas, sino más bien, el diálogo, la escucha, paciencia, respeto de la otra persona, sinceridad y disponibilidad. En el fondo, el llamamiento a la paz de Juan XXIII en 1962, apuntaba a orientar el debate internacional según estas virtudes”.

Los principios fundamentales de la encíclica pueden aplicarse a una serie de realidades nuevas, como las que analizan en estos días los participantes en el encuentro de Justicia y Paz : la educación, influencia de los medios de comunicación de masas, acceso a los recursos de la tierra, aplicación de los resultados de las investigaciones biológicas, la carrera armamentística y las medidas de seguridad. “La crisis económica mundial, que es un síntoma grave de la falta de respeto por el ser humano con la que se han tomado decisiones por parte de los gobiernos y ciudadanos, es una prueba clara. La Pacem in Terris traza una línea que debe asentarse en el corazón de los seres humanos hasta un replanteamiento de nuestro modelo de desarrollo y acción en todos los ámbitos”. “Me pregunto – ha finalizado Su Santidad – si estamos dispuestos a recoger la invitación”.

Al finalizar el encuentro, el Obispo de Roma ha hablado del trágico naufragio de una barca, esta mañana en la isla italiana de Lampedusa, que transportaba más de 500 inmigrantes de los que varios cientos han perdido la vida o siguen desaparecidos :

“Hablando de la inhumana crisis económica mundial, que es un síntoma grave de la falta de respeto hacia el hombre, no puedo dejar de recordar con gran dolor las numerosas víctimas del trágico naufragio hoy en el mar de Lampedusa. Es una vergüenza”.

“Recemos juntos a Dios por los que han perdido la vida : hombres, mujeres, niños; por las familias y todos los refugiados. Unamos nuestras fuerzas para que no se repitan tragedias de este tipo. Sólo una colaboración decidida puede ayudar a prevenirlas”.

Continuación …

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