El mundo bajo la mirada de la Virgen

Virgen María(RV).- La tarde del sábado los santuarios marianos de Lourdes, Nazareth, Luján, Vailankanni, Guadalupe, Akita, Nairobi, Benneux, Czestochowa y Marian Valley se unieron al del Divino Amor en Roma para una gran Vigilia de Oración ante la presencia solemne de la estatua original de Nuestra Señora de Fátima.

Texto del mensaje del Papa.

Queridos hermanos y hermanas :

Saludo a todos los peregrinos que están en el Santuario del Divino Amor, y a los que se conectan desde los santuarios marianos de Lourdes, Nazareth, Luján, Vailankanni, Guadalupe, Akita, Nairobi, Benneux, Czestochowa y Marian Valley. Esta tarde me siento unido a todos ustedes en la recitación del Santo Rosario y en la Adoración Eucarística bajo la mirada de la Virgen María.

¡Cuántas cosas pueden decirse con una mirada! Afecto, aliento, compasión, pero también reproche, envidia, soberbia, incluso odio. Con frecuencia, la mirada dice más que las palabras, o dice aquello que las palabras no pueden o no se atreven a decir.

¿A quién mira la Virgen María? Nos mira a todos, a cada uno de nosotros. Y, ¿cómo nos mira? Nos mira como Madre, con misericordia. Así ha mirado al hijo Jesús en todos los momentos de su vida, gozosos, luminosos, dolorosos, gloriosos, como contemplamos en los Misterios del Santo Rosario.

Cuando estamos cansados, desanimados, abrumados por los problemas, volvámonos a María, sintamos su mirada que dice a nuestro corazón: “¡Animo, hijo, que yo te sostengo!” La Virgen nos conoce bien, es madre, sabe muy bien cuáles son nuestras alegrías y dificultades, esperanzas y desilusiones. Cuando sintamos el peso de nuestras debilidades, volvámonos a María, que dice a nuestro corazón: «!Levántate, acude a Jesús!, en Él encontrarás acogida, misericordia y nueva fuerza para continuar el camino».

La mirada de María no se dirige solamente a nosotros. Al pie de la cruz, cuando Cristo le confía al Apóstol Juan, y con él a todos nosotros, diciendo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), los ojos de la Virgen están fijos en Jesús. Y nos dice, como en las Bodas de Caná: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5), nos invita a dar testimonio del Señor, nos guía siempre a su Hijo, porque sólo en Él hay salvación, sólo él puede trasformar el agua de la soledad, en vino del encuentro.

«Bienaventurada porque has creído». María es bienaventurada por su fe, porque la mirada de su corazón ha estado siempre fija en Dios que ha llevado en su seno y lo ha contemplado en la cruz. En la Adoración del Santísimo Sacramento, nos dice: «Mira a mi Hijo, escúchalo, habla con Él, te enseñará a seguirlo y testimoniarlo en las obras de la vida, relaciones de familia, trabajo».

Haznos sentir tu mirada de Madre, guíanos para construir con tu Hijo Jesús el Reino de Dios.

(RC – RV)

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