El sumo pontífice a los Obispos de Austria

Ciudad del Vaticano, 31 enero 2014 (VIS).- Francisco I recibió ayer a los prelados de la Conferencia Episcopal de Austria al final de su visita “ad Limina”. En el texto de su discurso entregado a los Obispos, habla de la visita de Benedicto XVI al santuario de Mariazell en 2007, y de los años posteriores que representan una fase difícil para la Iglesia en ese país que se refleja en el descenso de los fieles católicos, tendencia que debe alentar nuestros esfuerzos por la nueva evangelización.

El Papa ha afirmado que para ser Iglesia, no solamente hay que gestionar, sino también ser misioneros, para llevar la fe y el espíritu del Evangelio a las nuevas generaciones, porque lo que impulsa nuestro compromiso de ser cristianos en el mundo no es la simple filantropía o un vago humanismo, sino el don de ser hijos de Dios, una filiación que recibimos en nuestro bautismo de conversión.

Asismismo, la santa Iglesia tiene la necesidad y obligación de impartir el sacramento de la confesión, ayudando a los fieles con comprensión y redescubriendo la caridad del Señor, haciendo penitencia y oración para la propia purificación.

También, es importante apoyar a las familias en el trabajo pastoral, porque son la base sobre la cual se construye la vida conyugal y fidelidad matrimonial. Por desgracia, en nuestro tiempo vemos que los países del mundo occidental sufren una profunda crisis moral y familiar. La globalización y el individualismo moderno promueven un estilo de vida que hace que sea mucho más difícil el desarrollo y la estabilidad de los lazos entre las personas, aspecto que no es favorable a la promoción de una cultura de la vida en familia. Aquí se abre un nuevo campo misionero para la Iglesia, para que se creen auténticos espacios para las relaciones interpersonales y comunitarias, con una buena preparación y acompañamiento adecuado de los esposos, así como una exposición fiel y clara de la doctrina de la fe, entendiendo el matrimonio como un sacramento y compromiso.

Los sacerdotes y párrocos deben ser cada vez más conscientes de que su tarea de gobernar es un servicio espiritual dirigido a la comunidad parroquial, contando con la ayuda y al mismo tiempo valiosa contribución de los laicos en la vida cotidiana, porque el anuncio del mensaje evangélico y de la gracia de salvación en Jesucristo, es deber de todo cristiano, a esta labor estamos llamados como discípulos del Señor, sal de la tierra y luz del mundo.

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