Mensaje del sumo pontífice a los Obispos españoles

Ciudad del Vaticano, 3 marzo 2014 (VIS).- Francisco I ha recibido esta mañana en audiencia a los prelados de la Conferencia Episcopal Española al final de su visita “ad limina” y les ha entregado un discurso en el que, entre otras cosas, elogia su propósito de servir fielmente al Pueblo de Dios que peregrina en España, donde arraigó muy pronto la Palabra de Dios, que ha dado frutos de concordia, cultura y santidad; un hecho que resaltará de manera particular la celebración del ya cercano V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, primera doctora de la Iglesia.

Ahora que estáis sufriendo la dura experiencia de la indiferencia de muchos bautizados y tenéis que hacer frente a una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público, conviene no olvidar vuestra historia. Fiémonos siempre de Él y de lo mucho que siembra en quienes están encomendados a nuestros cuidados pastorales, escribe el Santo Padre.

A los obispos – prosigue – se les confía la tarea de hacer germinar estas semillas con el anuncio valiente y veraz del Evangelio, de cuidar con esmero su crecimiento con el ejemplo, la educación y cercanía, de armonizarlas en el conjunto de la viña del Señor. Por eso, no ahorréis esfuerzos para abrir nuevos caminos al Evangelio, que lleguen a todos, para que descubran lo que ya anida en su interior, que es Cristo. No será difícil encontrar estos caminos si vamos tras sus huellas, porque no ha venido para que le sirvan, sino para servir, que supo respetar con humildad los tiempos de Dios y, con paciencia, el proceso de maduración de cada persona, sin miedo a dar el primer paso para ir a su encuentro. Él nos enseña a escuchar a todos, y a buscar lo que verdaderamente une y sirve a la mutua edificación.

En esta búsqueda, es importante que el obispo sea consciente de que también quienes le han sido encomendados tienen el sentido de Dios. Asimismo, el momento actual, en el que las mediaciones de la fe son cada vez más escasas y no faltan dificultades para su transmisión, exige poner a vuestras Iglesias en un verdadero estado de misión permanente, para llamar a quienes se han alejado y fortalecer la fe, especialmente en los más jóvenes. La fe es un don que nace del encuentro personal con Jesús y de la aceptación libre de la nueva vida que nos ofrece. Despertar y avivar una fe sincera, favorece la preparación al matrimonio y el acompañamiento de las familias, cuya vocación es ser lugar nativo de convivencia, célula originaria de la sociedad, transmisora de vida e Iglesia doméstica donde se fragua y se vive. Una familia evangelizada es un valioso agente de evangelización.

El sumo pontífice recuerda también la publicación el año pasado del documento “Vocaciones sacerdotales para el siglo XXI”, como señal del interés de las Iglesias particulares en la pastoral vocacional. Es un aspecto – afirma – que un obispo debe considerar como absolutamente prioritario, llevándolo a la oración, insistiendo en la selección de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores y profesores competentes.

La caridad y el servicio a los pobres – subraya – es signo del Reino de Dios, que Cristo vino a traer. En estos últimos años, precisamente las obras benéficas de la Iglesia, han merecido reconocimiento, de creyentes y no creyentes, pido al Señor que sean motivo de acercamiento, fuente de vida y ayuda a los oprimidos, para que nunca se olvide a los más desfavorecidos.

El Santo Padre ha concluido exhortando a los obispos a ponerse al frente de la renovación espiritual y misionera de sus iglesias particulares, como verdaderos pastores de sus fieles, y también de los que no lo son, o lo han olvidado. Para ello, será de ayuda la colaboración en el seno de la Conferencia Episcopal, así como el apoyo recíproco en la búsqueda de las formas más adecuadas de actuar.

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