Los obispos de Burundi y el espíritu misionero

Ciudad del Vaticano, 5 mayo 2014 (VIS).- La colaboración con la sociedad civil, la evangelización en una nación todavía dividida y la formación del futuro clero han sido los temas centrales del discurso que el Santo Padre ha entregado a los obispos de la Conferencia Episcopal de Burundi que acaban de terminar su visita “ad limina”.

El Santo Padre recuerda que la colaboración entre la Santa Sede y la república de Burundi fijada en el Acuerdo firmado en noviembre de 2012 y que entró en vigor en febrero, es el marco para el anuncio del Evangelio en este país, y conmina a los obispos a ocuparse de los medios necesarios que permitan el diálogo social y político, así como con el gobierno. Las personas responsables de la autoridad necesitan el testimonio de la fe y los valores cristianos, para que conociendo la Doctrina Social de la Iglesia, aprecien su valor y se inspiren en ella, de modo que apliquen sus principios en la administración de las materias públicas.

Burundi, en un pasado todavía próximo, ha conocido enfrentamientos terribles que todavía repercuten en la unidad del pueblo y han dejado heridas aún no cicatrizadas, falta una verdadera conversión en la medida en que los creyentes puedan lograr sus objetivos en la vida social y en el ámbito de la justicia, paz, y dignidad. La evangelización sigue siendo la preocupación primordial para conseguir una verdadera transformación de la sociedad.

Si los primeros testigos llamados a vivir la autenticidad del cristianismo, naturalmente, son los sacerdotes, es necesario que los futuros presbíteros además de la indispensable formación intelectual reciban también una sólida formación espiritual, humana y pastoral. Estos son los cuatro pilares fundamentales. Porque es a través de su vida, en las relaciones cotidianas, que llevarán el mensaje evangélico. En el ministerio sacerdotal no debe predominar lo administrativo sobre la misión.

Francisco I ha destacado también el trabajo de las congregaciones religiosas en la educación, los hospitales o la ayuda a los refugiados, y señala a los prelados que las muchas comunidades nuevas que se forman necesitan un discernimiento atento y prudente para asegurar la instrucción de sus miembros y así acompañar su evolución por el bien de toda la Iglesia.

La historia reciente de esta región ha sido difícil y se ha visto atravesada por la división y la violencia en un contexto de pobreza extrema, que desgraciadamente perdura. A pesar de ello, los esfuerzos no deben ser menores, no hay que desfallecer sino tener esperanza, y proseguir con valentía hacia adelante con un renovado espíritu misionero, para llevar la buena nueva a los que más lo necesitan.

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