El emisario pontificio vuelve a Roma de su misión en Irak

(RV).- El Cardenal Fernando Filoni, enviado de Francisco I a Irak, volvió a Roma después de varios días en este mortificado país. En primer lugar fue a Erbil, donde la situación en Kurdistán es todavía muy seria y grave, luego se dirigió a Bagdad. Este jueves por la mañana el Santo Padre lo recibió en audiencia, horas después de que el cardenal se entrevistara en la capital con el Presidente iraquí, Faud Masum, para entregarle un carta del Papa. En el encuentro estuvo acompañado por el patriarca caldeo, Luis Sako, tratando la experiencia de estos días y señalando que su visita era humanitaria llevando un millón de dólares para los refugiados por encargo del sumo pontífice porque delante de situaciones de grave emergencia, no descarta la posibilidad de intervenir para manifestar su interés en favor de los más necesitados, y en este momento la cuestión en Irak no es sólo una tragedia para su pueblo, sino también para los cristianos u otros credos y religiones, por quienes no ha hecho más que manifestar el pedido de todas estas personas, que esperan retomar sus vidas.

Ante esta situación precaria, y también dura, nosotros no podemos estar jamás a favor de la guerra, pero hay que buscar modos de ayudar a los más pobres, aquellos que han sido sacados de sus tierras, agredidos en su propia dignidad, y sustraídos de sus propias familias. Se trata de defender los derechos humanos de toda persona, cada uno según su capacidad moral o espiritual a nivel civil, social y personal, asumiendo compromisos y responsabilidades.

En palabras del propio emisario pontificio que describe la cruenta situación ha sido una misión en el sufrimiento, realizada especialmente entre los cristianos que huyeron de Mosul y después de la llanura de Nínive. Desarraigados de sus hogares y la simplicidad de su vida cotidiana, para terminar catapultados en una situación impredecible. La de encontrarse de un día para otro sin un hogar, ropa, o todo ese mínimo de cosas que se da por sentado y sin embargo allí, ya no es así. Cómo el no conseguir agua para lavarse, con una temperatura de 47 grados. O dormir en la calle, bajo un árbol o una cobertura de plástico. Con mujeres que solían trabajar en casa, que se ven fuera de lugar. Con los niños que son los únicos que no entienden el drama de la situación, y que corren de aquí para allá. Con los ancianos tirados en una esquina y enfermos que no saben si para ellos hay un médico o un medicamento.

Una madre mostró su hija de tres meses, diciendo que mientras iban huyendo de Mosul, le quitaron incluso los pendientes, esa violencia que han sufrido expresa el desprecio incluso hacia los menores, en este contexto se vive estos días y uno se siente un privilegiado en comparación, por el hecho de tener una habitación para dormir y agua para lavarse. Pero ha compartido todo con ellos como un signo de la cercanía de Su Santidad, y para decirles que no han sido olvidados. Ha visitado pueblos y ha participado en la vida local. Los obispos, sacerdotes, religioso/as también han tenido que huir.

La Iglesia siempre estará en contra de las guerras, no dando espacio a la violencia y tratando de contenerla en todos los sentidos. Pero no podemos hacer oídos sordos al clamor de las personas que piden nuestra ayuda a pesar de los grupos que operan mostrándose bien provistos de armas, y uno se pregunta cómo es posible que toda esta cantidad de recursos armados incontrolados hayan pasado inadvertidos por aquellos que tienen el deber de vigilar y prevenir estos trágicos acontecimientos.

Se ha producido una conmoción que ha creado muchas situaciones críticas y de sufrimiento, en Occidente es bien conocido, pero Irak es un país complejo, una expresión de tipo político y geográfico que surge a partir de 1920, donde la entidad de la nación no se percibe con uniformidad, sino como multiplicidad, un mosaico de presencias, culturas o religiones, y aunque la unidad del Estado está garantizada por la Constitución, en la práctica la vida del país es difícil, en parte debido a que los distintos grupos representados llevan consigo un conjunto de traumas, persecuciones e injusticias, y solamente permanecerán unidos si cada uno de ellos encuentra su espacio o el respeto debido a sus diferentes identidades.

Por otro lado, aquellos que están llevando a cabo estas terribles acciones contra las minorías lo hacen en nombre de una ideología intolerante política o religiosa, y los ataques que afectan a los cristianos, chiíes u otras confesiones también se vuelven contra los sunitas.

(RM – RV)

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