Reunión anual de Catholic Charities en EE.UU.

(RV).- El Santo Padre envió un mensaje con motivo de la inauguración de la reunión anual de Catholic Charities, en Charlotte (Carolina del Norte, EE.UU.), del 5 al 7 de octubre del 2014, que pone en práctica sus obras y apostolado en Norteamérica, según los principios del Evangelio, que Mateo nos indica en el pasaje : “En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos, me lo hicieron a mi” (Mt. 25,40).

La comunidad cristiana primitiva se tomó muy en serio estos valores, y con esta manera de ser, cambiaron un mundo que parecía indiferente. La multitud de los creyentes no tenía sino una sola mente, nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. No había ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según la propia necesidad (Hch. 4,32-35).

De esta forma, la Iglesia primitiva respondía a todas las necesidades siendo capaces de cambiar los criterios y el curso de la vida de muchas personas como en la parábola del buen samaritano, que se paró a socorrer al prójimo (Lc. 10,35), de manera que estemos abiertos a ofrecer un lugar seguro de atención constante. Hoy en día, estamos llamados a responder de la misma manera sirviendo a los marginados y excluidos, viendo al mismo Cristo en estas personas.

Lamentablemente se tiende a considerar al ser humano como un objeto de consumo, según el fenómeno de la explotación, y más allá, de la propia exclusión, que rechaza la pertenencia de algunos seres humanos a la comunidad en que viven, con el fin de mantenerlos fuera de cualquier tipo de sistema porque no resultan rentables. Sin embargo, como cooperantes, donantes, ministros de pastoral, voluntarios u organizadores de Catholic Charities su misión principal es reintegrar a los desposeídos en sus diócesis locales y a escala nacional, sean pobres, abandonados, ancianos confinados, familias jóvenes, adultos sin techo, menores que pasan hambre, refugiados, migrantes y muchos otros, porque su testimonio cristiano ayudará a cambiar el destino de los desafortunados, de muchas familias y comunidades.

Y Francisco I al igual que Juan Pablo II, que visitó su reunión anual en 1987, en San Antonio (Texas), les ha exhortado a unirse, transformar y servir a los más necesitados según el espíritu evangélico, tomando medidas directamente orientadas a defenderlos e intentar reformar las estructuras que causan su opresión para darles esperanza en el presente y futuro, considerando su liderazgo como un servicio esencial de todos los cristianos.

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