Mensaje pontificio a los contables

Discurso del Santo PadreCiudad del Vaticano, 14 noviembre 2014 (VIS).- “Desde vuestro observatorio profesional, os dais cuenta de la dramática realidad de tantas personas que tienen un trabajo precario, o que lo han perdido, de muchas familias que pagan las consecuencias, o jóvenes que buscan su primer empleo. Hay muchas personas, especialmente los inmigrantes, que carecen de las garantías jurídicas y económicas más elementales”. Con estas palabras se ha dirigido el Papa a siete mil participantes en el Congreso Mundial de Expertos Contables reunidos en Roma del 10 al 13 de noviembre.

En este contexto económico es fuerte la tentación de defender el interés propio, sin preocuparse por el bien común ni prestar mucha atención a la legalidad. Por eso, es tarea de todos, especialmente de los que ejercen una profesión que tiene que ver con el buen funcionamiento de la vida económica de un país, que su trabajo sea positivo y constructivo. En esa labor profesional, el cristiano saca fuerzas cada día de la palabra de Dios y su oración para cumplir con su deber y competencia. También, para salir al encuentro de las personas con dificultades, y encontrar soluciones a situaciones en las que prevalecen razones de dignidad frente a la rigidez burocrática.

Francisco I afirmó que la economía y las finanzas son dimensiones de la actividad humana que pueden ser ocasión de cooperación, derechos reconocidos y servicios prestados. Pero para ello hace falta poner en el centro al ser humano, contrastando las dinámicas que tienden a situar al dinero en la cima de la sociedad, porque cuando se convierte en el fin y razón de cualquier iniciativa se impone una visión utilitaria y lógica salvaje de lucro que no respeta a los seres humanos, provocando un colapso generalizado de los valores y respeto de la persona humana, cuando en realidad con las decisiones adoptadas se debería promover el bienestar social al mismo tiempo que el progreso y desarrollo.

Los expertos contables tienen que estar del lado de las empresas, pero también de las familias e individuos, para ofrecer suficientes oportunidades derivadas de la experiencia financiera, actuando con responsabilidad u honestidad, fomentando relaciones de lealtad, y haciendo frente a los problemas que afectan a los más pobres. No es suficiente dar respuestas concretas a interrogantes económicos y materiales, hay que fomentar una ética de mercado que mantenga una actitud moral que demuestre compromiso hacia aquellas demandas que son legítimas.

Las generaciones futuras esperan un patrimonio mejor del que hemos recibido en el presente, por eso estamos llamados a asumir el mejor modo de actuar, y la doctrina social de la Iglesia nos enseña que el principio de solidaridad y subsidiariedad son ambos los principios que deben regir al servicio de la sociedad y su justicia.

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