Mensaje pontificio para la Jornada Mundial de la Paz

Ciudad del Vaticano, 10 diciembre 2014 (VIS).- Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede se ha presentado el mensaje de Francisco I para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero.

El tema elegido ha sido contra la esclavitud o la trata de personas, y quiere ser una exhortación a la paz de manera que sea posible transformar la negación de la humanidad del otro en una relación de igualdad, o en un camino de conversión que lleve a ver al prójimo no como un ser inferior que explotar, sino una persona libre a la que respetar.

Partiendo de la Carta de San Pablo a Filemón y de otros pasajes de la Biblia, el Santo Padre muestra que en el plan de Dios no hay lugar para la esclavización porque cada uno de nosotros hemos sidos creados a su imagen y semejanza, con toda su dignidad.

Pero, desgraciadamente perdura en nuestros días la prostitución, el trabajo forzado, la venta de órganos u otras formas de esclavitud moderna, que siguen siendo un flagelo atroz que está presente a gran escala en todo el mundo. Este crimen de lesa humanidad se enmascara en costumbres aceptadas que en realidad convierten en víctimas a muchas personas. Y esto ocurre tanto en ciudades como en aldeas, en las villas de emergencia de las naciones ricas y pobres del mundo. Y lo peor, es que tal situación, se agrava cada día más.

En la perspectiva del compromiso común contra este tráfico de seres humanos que no debe admitir leyes civiles que garanticen el derecho a la propiedad de otra persona porque es un delito que asume diversos rostros en el contexto de la globalización, donde la vida es traicionada, despreciada, negada, manipulada y vendida, es necesario una movilización de dimensiones comparables a las del mismo fenómeno, que parta de todos los ámbitos desde el local (familias, escuelas y parroquias) hasta el global (instituciones, organismos y estados).

Por su parte, la Iglesia debe continuar su misión denunciando toda violación de los derechos humanos, ofreciendo al mismo tiempo su testimonio, siguiendo el ejemplo de Santa Josefina Bakhita, la esclava, que más tarde fue libre. Tenemos que trabajar juntos e incansablemente, ofreciendo esperanza.

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