Respeto por los niños refugiados

Ciudad del Vaticano, 4 de abril 2015 (VIS).- El respeto de los niños, víctimas de la guerra, fue el tema de la intervención del arzobispo Silvano Tomasi, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales en Ginebra durante la 28ª sesión del Consejo de Derechos Humanos que tuvo lugar el 17 de marzo de 2015.

La Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre la República Árabe de Siria – dijo el arzobispo – informó recientemente, que desde la crisis, más de 10 millones de sirios han huido de sus hogares. Esto es casi la mitad de la población del país, ahora privada de sus derechos elementales. Diversas fuentes han proporcionado pruebas de cómo los niños sufren las consecuencias brutales de un estado de guerra persistente, son reclutados para combatir, a veces incluso utilizados como escudos humanos en los ataques militares. El denominado Estado Islámico, ha agravado la situación mediante su uso como terroristas suicidas, matando a los que pertenecen a diferentes comunidades religiosas y étnicas, vendiéndolos como esclavos en los mercados, asesinándolos en masa y cometiendo otras atrocidades.

Los menores representan alrededor de la mitad de la población de refugiados en los campamentos de Oriente Medio y son el grupo demográfico más vulnerable en tiempos de conflicto y migración. Más allá de las situaciones específicas que deben afrontar los desplazados internamente, que viven en campos de refugiados en la región, y más allá de las inmensas tragedias que les afectan, es importante ofrecerles un futuro, porque el mundo necesita hacer frente a la situación de estos apátridas. Las Naciones Unidas estiman que sólo en el Líbano hay unos treinta mil de ellos, y otros varios miles se encuentran dispersos en campos de asilo de otros países, porque cruzan fronteras internacionales solos y se encuentran totalmente abandonados. Y si todos se enfrentan a grandes dificultades, los que huyen de Siria hacen frente a desafíos aún más dramáticos por indocumentados y sin acceso a los servicios más básicos como la escuela siendo susceptibles de ser adoptados ilegalmente, reclutados por un grupo armado, explotados o forzados a ejercer trabajo esclavo.

Todos tienen derecho a ser registrados y a que se simplifiquen los mecanismos o requisitos para su registro con una legislación que incluya a los refugiados, siendo estas algunas de las medidas para hacer frente a una difícil situación.

Tanto en Siria como en los campamentos de refugiados en la región, proporcionar una educación se ha vuelto extremadamente problemático. Cerca de cinco mil escuelas fueron destruidas, más de medio millón de estudiantes ya no recibe enseñanza y los ataques a los edificios continúan. Ahora, después de cuatro años de conflicto, parece probable que estos desplazados se mantendrán y que la población local tendrá que aprender a vivir con ellos. En los campos hay la necesidad urgente de un sistema de educación que pueda ocuparse de ellos y dar un poco de normalidad a sus vidas.

Por último, otra grave consecuencia de la violencia que azota el Oriente Medio es la separación de los miembros de las familias, lo que obliga a muchos a valerse por sí mismos. Con el fin de evitar su explotación y para protegerlos adecuadamente, hay que hacer un esfuerzo para facilitar la reunificación familiar.

El derecho a una identidad legal, a una educación adecuada y a la familia – concluyó el prelado – son elementos claves y específicos de un sistema integral de protección del niño. Estas medidas requieren la estrecha cooperación de todas las partes interesadas. El acceso a una formación y a la adecuada atención psicológica y social, es extremadamente importante. Sin embargo, si la guerra no se detiene y no se recupera el ritmo normal de enseñanza y desarrollo, este colectivo corre el riesgo de convertirse en una generación perdida.

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