La Santa Sede en la LXVIII Asamblea de la OMS

Ciudad del Vaticano, 20 de mayo 2015 (VIS).- El arzobispo Zygmunt Zimowski, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios y jefe de la Delegación de la Santa Sede en la LXVIII Asamblea de la Organización Mundial de la Salud, que se celebra en Ginebra del 18 al 26 de mayo, ha intervenido en el debate sobre la epidemia del virus ébola que en los dos últimos años ha causado 9.380 muertes y más de 23.000 contagios en todo el mundo, la mayor parte de las cuales en la región occidental de Africa, una tragedia sanitaria humana y social que entre otras cosas ha demostrado la importancia crucial de crear sistemas sanitarios seguros, ya que son esenciales para la prestación de una cobertura universal o para responder con prontitud a emergencias humanitarias.

Pero, desafortunadamente la mayoría de los países con bajos ingresos, que están todavía afligidos por enfermedades infecciosas, cuentan con sistemas de salud muy débiles que requieren una intervención urgente. Para ello, es básico que la inversión en el sector de la sanidad sea un objetivo prioritario por el bien común. Esto requiere un compromiso a largo plazo por parte de los gobiernos nacionales y los donantes internacionales para sostener o garantizar los servicios indispensables, fortaleciendo su capacidad y respondiendo a las necesidades de la población.

El reciente informe de la Oficina Internacional del Trabajo sobre las desigualdades en la protección de la salud rural, ha revelado que más de la mitad de la población que no habita en las ciudades carece de acceso al servicio sanitario, y muchas personas están en riesgo de pobreza aún mayor porque se ven obligados a costearlo por su cuenta. Esta es la prueba evidente de que en 2015, todavía estamos muy lejos de solucionar este problema. Por diversas razones, existen fuertes disparidades en la atención médica entre el campo y la ciudad, lo que nos obliga a reducir esta brecha entre el desarrollo rural o urbano, teniendo en cuenta que la vida humana es siempre sagrada, y por tanto, hay que respetarla en todas las circunstancias.

En muchos países la Iglesia católica en cuanto a la prestación de servicios de asistencia sanitaria de primera necesidad socorre a estas poblaciones en zonas remotas, a través de sus más de 110.000 instituciones de atención en todo el mundo. Por esta razón, es importante ofrecer la cooperación y apoyo que se requiere para poder atender especialmente a las personas pobres. De hecho, en muchas regiones esta contribución junto a la aportada por la sociedad civil resultan esenciales.

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