6 septiembre 2011, 7:05

El fracaso de la democracia

Las mismas reglas democráticas de las que dispone el ciudadano para combatir la injusticia social se han convertido en el arma de doble filo de que dispone la autoridad para hacer fracasar cualquier resolución justa en la mejora de las instituciones y de la convivencia ciudadana.

Nos encontramos ante un sistema viciado por el que cada día con mayor virulencia resulta imposible hacer valer el derecho de los ciudadanos, estamos ante un aparato del estado agotado y sumido en la mayor de las inoperancias porque cada vez más triunfa la impunidad sobre la justicia.

En estos regimenes políticos las denuncias siguen cauces cerrados que solamente benefician al principal causante de los males porque ya no es posible una tutela efectiva del más débil.

Un ejemplo concreto, las democracias occidentales que abiertamente están imponiendo la ideología de género, empezando desde el adoctrinamiento con la imposición de educación para la ciudadanía, pasando por la progresiva despenalización del aborto, y acabando finalmente en proyectos de ley como el de muerte digna, siendo estos los principales aspectos que destacamos.

De este modo, se enseñan en las aulas escolares y universitarias nuevos contenidos ideológicos que son de carácter obligatorio, se han producido cientos de miles de abortos quirúrgicos y farmacológicos sin que los médicos, enfermeras, psicólogos u otros profesionales de la salud puedan hacer valer su negativa, así como ordenan la aplicación de protocolos clínicos para acabar con la vida de pacientes en estado crítico y enfermos terminales, convirtiéndo esta situación en materia no objetable.

En definitiva, adoctrinamiento, aborto, eutanasia y suicidio asistido, en general prácticas que a día de hoy están a la orden del día en las instituciones sanitarias en contra de las cuales no existe posibilidad de recurrir ante los tribunales u órganos judiciales porque dominados por la ley del más fuerte sumen al ciudadano en expedientes de archivo, prescripciones u otros recursos que no permiten prosperar en una maquinaria burocrática que sirve al poder.

Asimismo, el último bastión irreductible que pretenden dominar es la conciencia, para doblegar nuestro espíritu y diezmar la moral que guia nuestras acciones, cuyo resultado es el mayor fracaso de la democracia, la imposición de ideas, pensamientos u objeciones.

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