25 septiembre 2007, 2:15

El diario de Manuel Aparici y el testimonio del P. Llanos S.I. 
martes, 25 de septiembre de 2007, 2:05:01 | FPC. 

Autor : Carlos Peinó Agrelo. Vice-postulador de la causa de canonización de Manuel Aparici Navarro

La frase «Cristo y yo mayoría aplastante» fue pronunciada por Manuel de Llanos Pastor, joven de Acción Católica de Madrid (España), martirizado en 1936. Después fue incorporada por los "Cursillos de Cristiandad", como también incorporaron el lema de esa Juventud: Piedad, Estudio y Acción; el espíritu peregrinante y algunos elementos de los "Cursillos de Adelantados, Jefes y Guías de Peregrinos" creados por Manuel Aparici en 1940. Todo ello está documentado.

De la amistad entre Manuel Aparici y los Hermanos Llanos trata la nota adjunta.

Los hermanos Llanos eran íntimos amigos de Manuel Aparici. Manuel de Llanos ingresa en la Acción Católica, rama de los jóvenes, en el Centro Parroquial de San Jerónimo el Real en el año 1932. Manuel Aparici había ingresado en dicho Centro en 1928. En mayo de 1929 Manuel Aparici abandona sus estudios de Derecho para servir a las almas. En noviembre ingresa en la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y poco después, el 3 de diciembre, hace su primera vigilia en la Adoración Nocturna. El año 1930 hace sus primeros Ejercicios internos (volvería a hacerlos en 1931, 1932 y 1933) en los que se consagra al apostolado. Y el 14 de abril de 1931, ante el incendio de los templos jura consagrar su vida a dar a conocer el amor al Señor. Es en esta época de tiempos difíciles y turbulentos, de un enfrentamiento creciente, cuando Manuel Aparici entra en el Consejo Central como Vocal de Piedad (1931).

«El año 1932, con el broche de oro del II Congreso Nacional, separó dos etapas de la Juventud Católica: la fundacional de primeros, aunque generalmente seguros pasos, y la de consolidación o profundización cuya característica fundamental habría de ser un importante incremento en la vida del Consejo impulsada por Manuel Aparici – afirma Manuel Martínez Pereiro – primero como Presidente en funciones y después como Presidente de derecho» .

En efecto, Manuel Aparici se hace cargo de la Vicepresidencia Nacional de la Juventud de Acción Católica en 1933, y muy poco después de la Presidencia en funciones, ya que el Presidente Alfredo López hubo de delegar muy pronto en el segundo las tareas presidenciales por haber sido llamado para un cargo profesional de gran importancia. Presidente de derecho en 1934, ejerció hasta octubre de 1941, en que cesó para ingresar en el Seminario.

Cuando Manuel de Llanos peregrina a Roma en la primavera de 1934, al frente de esta peregrinación se encuentra Manuel Aparici, y en su Diario Espiritual hace referencia varias veces a los hermanos Llanos.

¡Todo por Cristo!. Ese era su lema. Todos los momentos libres habían de ser para Él; para ganarle almas y que todos los que le blasfeman le adoren.

1. «En la oficina, preocupado con la cuestión religiosa, trabajé poco. Fui a hacer la visita al Santísimo. Después de comer fuí a casa de un amigo a que me diera un libro para la defensa de mis ideales. Vine a casa. Preparé el trabajo para la Junta General de Juventud Católica … » (14/X/1931).

2. «Después fui con los Llanos a visitar a los pobres … ¡Cuánta miseria hay por el mundo, y tan fácil como sería remediarla si fuéramos verdaderamente cristianos!. ¡Tanto dinero tirado en tonterías y cuanto desvalido que con él viviría!. Decididamente, no puedo fumar, quemar yo el dinero y que un hermano mío, hermano en Jesús, no coma. No, eso no puede ser. Ayúdame Virgen Santísima para que me mantenga firme en mi propósito» (18/X/1931).

3. «Comí. Ordené papeles y a las 6 salí para entrevistarme con Llanos. Hablamos del proyecto de evangelización de los obreros y también de nuestras vocaciones. ¿Cuándo podré realizar la mía?. Después fui a los Luises, y en el coro de la Capilla estuve tres cuartos de hora rezando allí a solas con Jesús. Él en el Sagrario prisionero por amor a mí y yo a sus plantas mostrándole mis necesidades y mis miserias … Después estuve un rato de charla procurando ejercer el apostolado de la buena conversación» (23/X/1931).

4. «Ni siquiera la noticia del fusilamiento de Manuel Llanos me ha logrado sacar de mi atonía. He sentido … dolor profundo …: Él ya triunfó. Lo ha dado todo por Cristo y yo en cambio cuanta resistencia, cuanta miseria» (12/XI/1937).

5. «… Debo de hacer mío el lema de Manuel Llanos: «Por la cruz, más, más y más» a fin de que todos los seminaristas y novicios alcancen la plenitud de su vocación en Cristo; pues aunque yo sea el más indigno puede depender de mi entrega a Jesús» (15/IX/1945).

6. «Desde el momento en que dije: «Dominus pars haereditatis meae, et calicis mei …» muerto quedé para el mundo. Desde ese momento soy como Félix y Manuel Llanos, como Moreno Ortega, Mac-Crohon, Eligio y Antonio Rivera, mártir de la segunda hora de la Cruzada, que no me dejaste la vida para que sirviera a los míos, sino a tu gloria y a tus intereses» (13/VI/1946).

Finalizamos este artículo con unas palabras que el P. Llanos, S.I., hermano de Manuel de Llanos, dedicó a Manuel Aparici al día siguiente de su muerte (SIGNO de fecha 5/IX/1965).

1. «… Manuel me escribía. Manuel me pedía colaboración para la nueva revista. LA FLECHA –donde escribía entonces mis primeros artículos– daba paso a SIGNO. Porque SIGNO habría de llamarse … Manuel insistía: “Ha de denominarse SIGNO. Porque tan sólo en el signo y nombre del Señor deberemos luchar. SIGNO y nada más que SIGNO de Jesús …».

2. «Para él la Juventud de Acción Católica había de ser edificada sobre Cristo y nada más que sobre Cristo. Era intransigente y vivió ¡en aquel Burgos y aquella España! sin hacer la más pequeña política. Así siguió».

3. «… Por entonces fue la magna peregrinación a Zaragoza. Fue el éxito grande de Manuel, su momento triunfal. Le llamaron el "Capitán de la juventud española". Su elocuencia llegó entonces a su zenit. Le rodeaban uniformes e insignias. Manuel no se apeó del nivel sobrenatural. Aquellos momentos eran de embriaguez nacional. Manuel en su cúspide llevaba la cabeza fresca. Y el corazón encendido».

4. « … Fue en el Seminario. Manuel llevaba ya sotana. Se había entregado. Esta preocupación por la entrega le acompañó siempre. Para llevar la juventud a Cristo había que entregarse. No cabían posiciones intermedias. Ni apostolados que no llegasen hasta el fin. Manuel seminarista era entonces el mismo que diez años antes, el mismo que diez años después. La "constante" de Manuel, su tema, su preocupación, Cristo».

5. «… Fue en Salamanca. Era ya cura. Vivía en aquel Colegio frío y antiguo con otros compañeros de estudio … ya viejo y gastado en torno de una chimenea y de unos libros. Hablaba –¿cómo no?– de la juventud, de Cristo, de la entrega. Sus fórmulas y sus aspiraciones, las de siempre. Apenas había planes en su plan. No sabía qué sería de él. No le importaba demasiado el futuro. Pensaba en aquellos mártires del 36 que habían dado su vida. Ellos acertaron. Había que entregarse como ellos … Y se entregó».

6. «Le encontré en un viaje a no sé donde. Hablamos en el pasillo del tren durante toda una noche. Era ya Consiliario Nacional. Le había nacido una preocupación y tarea nueva. Había encontrado su arma para el fin y propósito de siempre. Los cursillos. Iba de unos y se dirigía a otros. Por los cursillos veía entregarse a la juventud para Cristo. Manuel se estaba quemando literalmente en esta su última cruzada. Mejor dicho, la penúltima. Su vía crucis llegaba a la décima estación …».

7. «En junio de 1964 le ví por última vez. Durante sus siete años de agonía no fueron frecuentes mis visitas… Manuel, crucificado en un sillón de enfermo, era como una acusación a todos nosotros. Una enseñanza, un sermón demasiado elocuente. Manuel crucificado era, sin embargo, el mismo de siempre, llevado allí por una de esas escalofriantes lógicas de Dios. La entrega radical…».

8. «El 29 de agosto el responso y el funeral entre los viejos amigos. Le rodeaban los de ayer, sus discípulos y compañeros de aquellos veinte años atrás. Los había ministros, obispos, hombres importantes en todos los campos. Manuel había muerto no siendo más que un cura enfermo. Nada más y nada menos. Su marcha silenciosa nos dejaba inquietos a todos, su lección coronaba una vida integra, total. ¡ Manuel, ruega por nosotros !».

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