26 octubre 2012, 21:15

Culpa y arrepentimiento.

María Jesús Torres Menéndez. Licenciada en Psicología Clínica y Máster en Psicología Deportiva con ejercicio profesional desde 1992. Gijón (Asturias). España.

Terapia y Confesión.

Entendemos la culpa como ese malestar psicológico capaz de asaltarnos en medio de cualquier actividad, a cualquier hora del día, incluso de la noche. Es una pesada carga, difícil de eludir, pero susceptible de ser tratada y eliminada.

Nos referimos aquí a la culpa que se deriva de actos que, a la luz de las enseñanzas de Nuestro Señor, podemos calificar como actos o conductas malas. Conviene señalar que, el profesional cristiano de la salud mental ni es, ni debe pretender ser, juez de las conductas propias o ajenas: lo que es bueno o malo, lo que es moral o inmoral, es Dios quien lo establece y ninguna ciencia podrá jamás modificarlo.

Retornamos ahora al tema de la culpa. ¿Cómo tratarla, cómo eliminarla?. El primer paso es intentar conseguir la sustitución de la culpa por el arrepentimiento. Habrá que explicar o recordar a la persona que, como ser humano que es, arrastra consigo la imperfección con la que todos los humanos cargamos. Ahora bien, se trata de conducir esta explicación y cualquier otra por el camino que desemboque en el arrepentimiento. No se trata, pues, de liberar a la persona de su culpa a cualquier precio. Seguramente la conducta que está generando el sentimiento de culpa tiene, además de la imperfección humana ya mencionada, un conjunto de explicaciones, pero no se debe caer en la tentación de convertir estas explicaciones en justificaciones.

Alcanzada la meta del arrepentimiento, la ciencia de la Psicología debe poner en práctica la virtud de la humildad para retirarse y dar paso al profesional de la salud del alma: al sacerdote. Y es así porque sólo él puede dar la absolución que será el paso final, el broche que cierre el círculo de malestar generado por el sentimiento de culpa.

Una gran parte de las personas que recurren a los servicios psicológicos buscan conscientemente, la absolución de aquello que les hace sentir culpables. Buscan en el lugar equivocado, ya que de igual modo que resultaría inútil buscar la solución a una fobia en el confesionario, de igual modo es inútil buscar la absolución en la consulta psicológica.

Es labor y buen ejercicio de humildad de los profesionales cristianos aclarar de forma adecuada a sus pacientes este límite de las ciencias de la salud mental: el psicólogo ni puede ni debe sustituir al sacerdote; las explicaciones torpemente convertidas en justificaciones ni pueden ni deben intentar sustituir el perdón que viene de Dios.

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