Auditoría del medio ambiente, evaluación del impacto ambiental y análisis de riesgos de la energía nuclear.
La energía atómica es la producida a partir de la división del átomo o fisión nuclear, que consiste en una reacción en cadena mediante aceleradores de partículas, para la producción de electricidad y con una capacidad de rendimiento energético por unidad de combustible superior a los combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón, etc …).
La era nuclear se inició tras las bombas atómicas lanzadas por los EE.UU. sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, en que la ciencia decidió su aplicación civil. En 1954, empezó a funcionar una planta de procesamiento en Obnick (Rusia), y la primera central nuclear se inauguró en el año 1956, en Calder Hall (Inglaterra).
El desarrollo de la energía atómica representa en la actualidad un cada vez mayor porcentaje del consumo energético mundial, y las potencias eléctricas de las centrales alcanzan los mil megavatios. El peligro de este tipo de energía radica en los posibles escapes de reactores nucleares y la generación de residuos radioactivos.
La generación de electricidad a partir de la fisión nuclear constituye el mayor problema económico (auditoria del medio ambiente), ecológico (evaluación del impacto ambiental) y tecnológico (análisis de riesgos) de la crisis energética mundial.
I. Auditoria del medio ambiente.
La causa de la crisis económica y energética de la industria nuclear se encuentra en la escalada de costes y el retraimiento de la inversión privada.
Las centrales nucleares no aprovechan dos tercios de la energía generada por la combustión en forma de calor residual, y sólo un tercio se utiliza en forma de electricidad. A ello hay que añadir un porcentaje de pérdidas por la distribución a largas distancias. Si consideramos la energía invertida en construir la central y la red de transmisión, la necesaria para mantenerla en explotación, y el exceso de potencia instalada para hacer frente a las variaciones horarias y estacionales de carga, o las reservas que se mantienen en previsión de interrupciones de suministro, el rendimiento neto se estima en un porcentaje muy reducido.
La cuestión de los recursos limitados, la no resolución del problema de los residuos, la moratoria nuclear y/o paralización de los proyectos de supergeneradores, el encarecimiento de los trabajos de reprocesamiento del combustible, la vida media real de los reactores y el coste de desmantelamiento, provocaron el abandono de 187 proyectos nucleares en todo el mundo antes de finalizar la última década del siglo XX. A principios de los años 80, había 72 plantas nucleares en funcionamiento, 95 en construcción, y 25 en proyecto, a principios de la década de los 90, se contabilizaron 110 centrales con uno o varios reactores en activo. Esta tendencia supuso que al finalizar el siglo XX, la energía nuclear solo aportara en torno al 10 % del consumo eléctrico mundial.
Las fugas de radioactividad, las armas nucleares, la navegación propulsada por energía atómica, y los depósitos de residuos de baja, media y alta densidad son los mayores peligros. Un sedimento de contaminación por Plutonio tiene una vida media de 24.360 años, y después de 10-20 años los contenedores de asfalto y cemento, ya presentan signos de corrosión, y están recubiertos de organismos detritívoros que transfieren a los ciclos tróficos un alto factor de concentración de radionúclidos carcinógenos.
II. Evaluación del impacto ambiental.
Los efectos de las radiaciones iónicas y radionúclidos en la salud humana.
Las radiaciones ionizantes corpusculares alfa y beta, son menos penetrantes que las gamma de pequeña longitud de onda, se encuentran en radiaciones naturales, cósmicas (44 mrem/año), atmosféricas y terrestres (40 mrem/año), o de origen artificial, antrópicas y radioactivas (0.01-4 mrem/año). la irradiación media de base se cifra en general para el ser humano en 106.01 mrem/año y la dosis máxima permisible es de 0.1-5 rem/año.
Los mismos efectos biológicos pueden ser producidos por las diferentes radiaciones ionizantes, y su peligrosidad deriva de la relación entre su capacidad de penetración y potencial de ionización. La irradiación incide sobre la estructura celular, por la ionización de las moléculas orgánicas, o del agua formando radicales y reactivos, causando la inhibición de la mitosis a partir del nivel umbral, con malformaciones cromosómicas y alteraciones funcionales. Los principales efectos somáticos son la anemia y muerte fetal, y los genéticos, leucemias y cáncer.
Las centrales nucleares emiten isótopos radioactivos tanto a la atmósfera como al caudal de agua que las refrigera. Y el conjunto de las actividades que se relacionan con el ciclo de la industria nuclear generan dosis de contaminación radioactiva.
La liberación al medio de los radionúclidos tiene efectos acumulativos, el Yodo-131 en la tiroides, el Cesio-137 en la musculatura, y el Estroncio-90 en los huesos, con factores de concentración que se multiplican en las cadenas de alimentación.
Los trabajadores de centrales nucleares pueden recibir dosis que pueden superar los 1.000-10.000 mrem, superiores a las permitidas por la población en general. Los efectos patológicos manifiestan efectos somáticos de leucemia, tumores cancerígenos, malformaciones hereditarias e inmunodeficiencias.
Los estudios epidemiológicos en EE.UU., Gran Bretaña y Alemania muestran la relación que se establece entre radioactividad ambiental de plantas de reprocesamiento nuclear (Rocky Flats, Big Rock Point, Indian Point, Shippingport, Brookhaven, Sellafield, Windscale, Dresden, Würgassen y Lingen) y enfermedades del cáncer y genéticas.
A principios de la década de los años 90 ya funcionaban 428 reactores en 31 países que producen combustible a partir de la fisión de átomos como el Uranio, Plutonio, Estroncio, Hierro, Cesio, Cobalto, Yodo y Zinc, que generan isótopos con una radiación de 180 millones de curies en el primer año de funcionamiento (las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki liberaron 1 millón de curies), que permanece activa durante cientos y miles de años
III. Análisis de riesgos industriales.
La energía nuclear produce una gran cantidad de residuos radioactivos y tóxicos.
Una central nuclear de 1.000 megavatios genera cada año unas 25 Tm. de combustible irradiado, entre las cuales más de 200 Kg. de Plutonio, el elemento más tóxico conocido, con una vida media radioactiva similar a la de otros muchos elementos atómicos.
Los planes energéticos preveen la acumulación de un mínimo de Tm. de residuos de alta actividad, más otro volumen de diversos desechos radioactivos generados por el actual parque nuclear. Hasta el año 2025, el coste de su custodia se estima en miles de millones de dólares.
Los residuos nucleares de alta actividad se acumulan en las piscinas existentes en las propias centrales nucleares, toda vez que si no se vuelven a reprocesar se debe establecer su destino definitivo. La capacidad de esas piscinas contiguas a los reactores se satura, al igual que las naves donde se almacenan residuos de media y baja intensidad, que en el peor de los casos acaban siendo enviados de forma ilegal en bidones, con residuos que proceden de centrales con destino a cementerios nucleares que solo tienen autorización para almacenar residuos radioactivos de otro origen.
La industria nuclear se ve afectada de forma directa por las consecuencias que se deriven de los accidentes nucleares.
Los promotores de la industria eléctrica nuclear pretendían solucionar la escasez de Uranio con una segunda era de reactores rápidos, reproductores o supergeneradores, capaces de producir como residuos un combustible irradiado con una alta proporción de Plutonio nuevamente fisionable. Se diseñaron varios prototipos en Francia, Gran Bretaña, EE.UU. y la Unión Soviética a principios de los años 70. Pero resultaron más peligrosos, los supergeneradores experimentales han sufrido fusiones del núcleo y explosiones.
La historia de las catástrofes como las de Windscale (Gran Bretaña) en 1957, Harrisburg (EE.UU.) en 1979, y Chernobyl (Ucrania) en 1986, han demostrado el alcance del riesgo que las centrales termonucleares obligan a asumir. A medida que la edad media de los reactores instalados aumenta, la corrosión y el desgaste incrementan la probabilidad de accidentes, el ocurrido en Vandellós (España) en 1989 obligó a clausurar esta planta, y si a ello sumamos las catástrofes naturales como en Fukushima (Japón) en 2011, las consecuencias son imprevisibles.
Para más información :
La tragedia de Fukushima : campos, pueblos y ciudades fantasmas.
La amenaza nuclear y radioactiva de las centrales atómicas.
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