Nunca más poder ni dinero por encima de la dignidad

(RV).- Ante una crisis ética, que por encima de la centralidad del hombre, sigue los ídolos del poder y el dinero, o propaga la pobreza en todo el planeta, hoy es más urgente que nunca difundir y destacar la actualidad de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), «cuyo valor fundamental es la solidaridad», «arraigada en el Evangelio, es decir en Cristo», destacó el Santo Padre, evocando a Benedicto XVI. Al recibir con gran alegría a unos quinientos participantes en el Encuentro internacional de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontífice, instituida hace veinte años por el Beato Juan Pablo II, y que lleva el nombre de la Encíclica que este Papa firmó en el centenario de la Rerum Novarum, Francisco I destacó el tema de este encuentro «Repensar la solidaridad para el empleo : los desafíos del siglo XXI».

Tras destacar que su ámbito de reflexión y acción es por lo tanto el de la DSI, a la que han contribuido en diversos modos los Papas del siglo pasado y también Benedicto XVI, en particular, con su Encíclica Caritas in Veritate, así como con sus discursos memorables, el Obispo de Roma quiso expresar su gratitud por los esfuerzos que realiza esta Fundación al profundizar y difundir el conocimiento de la Doctrina Social, con sus cursos y publicaciones, brindando así un servicio importante al magisterio, de parte de laicos que viven en la sociedad, el mundo de la economía y el trabajo.

Al recordar también que el Beato Juan Pablo II, en 1981, diez años antes de la Centesimus Annus, escribió la encíclica Laborem exercens, dedicada al trabajo humano, el Papa Francisco reflexionó sobre qué significa ‘repensar la solidaridad’, destacando que no se trata de poner en discusión el reciente magisterio, que de hecho, muestra cada vez más su previsión y actualidad. Más bien, quiere decir dos cosas : ante todo, conjugar el magisterio con la evolución socio-económica, que, al ser constante y rápida, presenta aspectos cada vez más nuevos, y, en segundo lugar, profundizar, reflexionar ulteriormente, para hacer emerger toda la fecundidad de un valor – la solidaridad – que se arraiga en el Evangelio, es decir en Jesucristo, y como tal contiene potencialidades inagotables.

En este contexto, el Santo Padre hizo hincapié en la apremiante actualidad de impulsar el valor solidario : La actual crisis económica y social hace aún más urgente este ‘repensar’ y subraya aún más la verdad y actualidad de afirmaciones del magisterio social, como la que leemos en la Laborem exercens: Echando una mirada sobre la familia humana entera ante un hecho desconcertante de grandes proporciones, es decir, que existen grupos enteros de desocupados o subocupados y un sinfín de multitudes hambrientas : un hecho que atestigua sin duda el que hay algo que no funciona.

Una vez más, el Papa expresó su preocupación por el fenómeno del desempleo y la pobreza que se está propagando en el mundo y puso de relieve la exigencia de la solidaridad abarcando de forma global todo el sistema : Es un fenómeno, el del desempleo – de la falta y pérdida del trabajo – que se está extendiendo en amplias zonas de Occidente y que está propagando de forma preocupante los límites de la pobreza, y me apremia subrayarlo, aquella que no permite ganarse el pan y que priva de la dignidad del trabajo, no sólo al sur del mundo, sino a todo el planeta. De ahí la exigencia de asistencia a los más pobres, así como un replanteamiento global, en la búsqueda de maneras de reformarlo y corregirlo de una forma coherente con los derechos humanos fundamentales. A esta palabra ‘solidaridad’ no muy bien vista por el mundo económico, hay que volverle a darle su merecida ciudadanía social.

El Obispo de Roma reiteró, también este sábado, un apremiante llamamiento a tutelar la centralidad de la persona humana, señalando que la crisis ética y antropológica que vive la humanidad ha colocado el provecho por encima de la dignidad humana.

La crisis actual no es sólo económica y financiera, sino que tiene sus raíces en una crisis ética y antropológica. Seguir los ídolos del poder, provecho, dinero, por encima del valor de la persona, se ha vuelto una norma básica de funcionamiento y el criterio decisivo de la organización. Se ha olvidado que por encima de la lógica de los negocios y parámetros del mercado, está el ser humano en virtud de su dignidad profunda para ofrecerle la posibilidad de vivir y participar activamente en el bien común.

Benedicto XVI nos ha recordado que todas las actividades humanas, incluyendo la económica, deben ser articuladas e institucionalizadas éticamente (cfr. Encíclica Caritas in veritate, 36). Por lo tanto, tenemos que volver a la centralidad del hombre, a una visión más ética de las actividades y relaciones humanas, sin el temor de perder algo.

(CdM – RV)

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