25 enero 2013, 3:05

La crónica negra de la sociedad catalana.

La mitomanía y “paranoia” homosexual o sus teorías conspiratorias.

Es nuestra obligación advertir como psicólogos clínicos y sociales de profesión que se ha puesto a la orden del día la cuestión del suicidio en Cataluña, ya en nuestro último comunicado sobre el incremento de estos casos, es decir, sobre un aumento del 22 % en tentativas y hasta un 10 % más de suicidios consumados, hay que sumarle ahora otra realidad que esconden estas cifras.

Si apuntamos hacia la causa primordial de estos índices y que se se encuentra en la crisis económica en España, sin embargo, hay que hacer también mención a la ética política que se refiere tanto a los órganos de decisión como a sus representantes, porque no hay que olvidar, que la responsabilidad de esta situación revierte en las clases dirigentes y más cuando en el pasado más reciente el parlamento catalán ha fomentado hasta extremos insospechados una cultura de la muerte que ahora está pasando su factura y haciendo estragos en la sociedad catalana.

Recordemos con este propósito, la intención de ERC – Esquerra Republicana de Cataluña de legalizar el suicidio, o del comité de bioética de la Generalitat de Cataluña, ahora gobernada por CiU – Convergència i Unió, de despenalizar el suicidio asistido. Estas solamente son algunas muestras de la depravación de nuestros políticos y del que la población es puro reflejo de sus malas actuaciones.

Nuevos casos se suman para darle más dramatismo a esta situación, como el ocurrido con el director creativo de “Pronovias”, Manuel Mota, que no es una excepción, pues pasa a engrosar los ya de por si altos índices de suicidios entre homosexuales por causa de problemas psicológicos derivados de su desviación sexual que siguen sin ser tratados y conforman la realidad de la crónica negra en la sociedad catalana.

No obstante, lejos de concienciar y ante la necesidad de cambiar estos usos y costumbres, los mecanismos de defensa más inverosímiles por parte de las autoridades públicas les llevan incluso a justificar este tipo de comportamientos inaceptables.

En efecto, nuestra conclusión es que vivimos en una sociedad enferma y que además no quiere cambiar, lo cual no permite albergar esperanzas para colectivos como los homosexuales que seguirán muriendo víctimas de sus mismos errores, en definitiva, esclavos de su propia “paranoia” o de teorías conspiratorias, y así acaban, como “mitómanos” compulsivos que desfiguran la realidad y tratan de “homófobos” a todos los que no piensen como ellos, siendo este el verdadero problema para que accedan a ser tratados como personas enfermas que son.

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