La Buena Nueva y las Bienaventuranzas

(RV).- El Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta, concelebró con el cardenal Stanislaw Rylko, y los Monseñores Josef Clemens, y George Valiamattam, Arzobispo indio de Tellicherry, participaron un grupo de sacerdotes y colaboradores del Pontificio Consejo para los Laicos.

El Obispo de Roma inició su homilía observando que San Pablo, al inicio de la segunda Carta a los Corintios, utiliza numerosas veces la palabra consolación. El Apóstol de los Gentiles, agregó, “habla a los cristianos jóvenes en la fe”, personas que “han comenzado hace poco el camino de Jesús”. Eran personas normales. Y precisamente, afirmó que experimentaron un tal cambio en su vida que fue necesaria una fuerza especial, y esta es la consolación,“ la presencia de Dios en nuestro corazón”. Pero, advirtió, que para ello era necesaria la “conversión”.

Vivir con el espíritu del mundo, es pecado. En cambio, la salvación viene del Espíritu Santo. Cristo, prosiguió, lo dice claramente : No se pueden servir a dos dueños, o se sirve al Señor o al mundo. He aquí entonces que, cuando estamos abiertos a Dios, podemos entender la buena nueva de las bienaventuranzas, que narra el Evangelio de hoy, porque sólo se entienden si uno tiene corazón, no se pueden entender sólo con la inteligencia humana. Son los nuevos mandamientos. Ésta es la ley para aquellos que son salvados y libres.

Una persona, agregó Francisco, puede regular su vida, acomodarla a un elenco de procedimientos meramente humanos. Pero esto a la larga no nos lleva a salvarnos. Recordó que muchos estaban interesados en “examinar” la “doctrina nueva y después discutir con Jesús”. Y eso ocurría porque tenían el corazón cerrado a su salvación. Y agregó que, para entender tenemos la necesidad de sentir la libertad que nace del Espíritu Santo, que nos salva, consuela y da vida.

Hoy podemos pedir al Señor la gracia de seguirlo, pero no sólo con nuestra libertad humana, que al final sólo nos convierte en hipócritas como aquellos fariseos y saduceos, que discutían con Él. La hipocresía es esto, no dejar que cambie el corazón, una forma de esclavitud del espíritu del mundo. Pidamos abrir nuestro corazón a la consolación del Espíritu Santo, que es la salvación. Así sea.

(RC – RV)

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