El Santo Padre celebra la Inmaculada Concepción de María

(RV).- Este mediodía en una Plaza de San Pedro abarrotada de miles de fieles y peregrinos, el Santo Padre rezó la oración mariana recordando la fiesta de la Inmaculada Concepción. Refiriéndose al misterio de la “virgen de Nazareth”, Francisco I invitó a todos a contemplar a nuestra Madre en el cielo, reconociendo nuestro destino y vocación a la santidad.

Texto de las palabras del Papa.

¡Queridos hermanos y hermanas : ¡Buenos días!

Este segundo domingo de Adviento cae en el día de la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, Madre de Jesús y nuestra. La saludamos todos juntos : “llena de gracia”. Ella nos sostiene en nuestro camino hacia la Navidad, porque nos enseña cómo vivir este tiempo de Adviento en espera del Señor que viene y nos visitará a todos y cada uno.

El Evangelio de San Lucas nos presenta a la doncella de Nazareth, localidad de Galilea, en la periferia del impero romano e Israel, sobre la que se posó la mirada de Dios, que la eligió para ser la madre de su Hijo. En vista de esta maternidad, fue preservada del pecado original, o sea de aquella fractura en la comunión con Él, los demás y la creación que hiere a todo ser humano, fue sanada anticipadamente por Aquel que ha venido a liberarnos de la esclavitud y salva al mundo.

Cuando el Ángel la llama “llena de gracia” (Lc 1,28), permanece “confusa”, y la consuela : “No temas, María, porque Dios te ha favorecido, concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (v. 30). Este anuncio la confunde porque todavía no se había casado con José, pero el Ángel agrega: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y llamado Hijo de Dios“(v. 35). La virgen escucha, obedece y responde : “Yo soy la sierva del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (v. 38).

Asimismo, el Apóstol Pablo afirma que Dios “nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que seamos santos e irreprochables” (Ef 1,4). Por tanto, también nosotros, desde siempre, hemos sido escogidos por Dios para vivir una vida santa, libre del pecado. Es un proyecto que renueva cada vez que nosotros nos acercamos al Señor, especialmente en los Sacramentos.

En esta fiesta, entonces, contemplando a nuestra Madre Inmaculada, reconozcamos también nuestro destino verdadero, y vocación más profunda, ser transformados por Dios. Mirémosla, y dejémonos mirar por ella, para aprender a ser más humildes, y valientes en el seguimiento de Cristo, que nos da la vida, esperanza y paz.

(Traducción : Raúl Cabrera)

Saludos del Santo Padre.

Tras el rezo mariano del Ángelus, el Obispo de Roma saludó a las familias, los grupos religiosos y las asociaciones, italianas y extranjeras presentes en la plaza de san Pedro.

Se ha unido espiritualmente a la Iglesia que vive en América del Norte, que hoy conmemora la fundación de su primera parroquia, hace unos 350 años : Notre- Dame de Québec. Demos gracias por los progresos realizados desde entonces, especialmente por los santos y mártires de estas tierras. Y ha bendecido de corazón a todos los fieles que celebran este aniversario.

También, Su Santidad saludó a los miembros de la Acción Católica Italiana, que hoy renuevan su membresía, esperando todo lo mejor en su compromiso de formación y apostolado.

Luego, anunció su peregrinación mariana de esta tarde siguiendo una antigua tradición, de ir a la Plaza de España, para orar a los pies del monumento a la Inmaculada. Y ha pedido que se unan espiritualmente a esta peregrinación, que es un acto de devoción filial a María, para encomendarle la ciudad de Roma, la Iglesia y toda la humanidad.

Antes de regresar se detendrá un momento en Santa María la Mayor para saludar con la oración a la Salus Populi Romani y rezar por todos los romanos.

(ER – RV)

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