Francisco I a la Acción Católica Italiana

(RV).- Las personas llamadas por Jesús a vivir y difundir el Evangelio garantizan el apostolado cristiano evitando la tentación de la cerrazón, así lo ha indicado el Papa en su discurso a la Acción Católica Italiana, en la Audiencia tenida esta mañana en el Aula Pablo VI, ante casi 7.000 miembros que han concluído su XV Asamblea nacional.

Después de dar la bienvenida, el Santo Padre ha destacado la realidad eclesial de esta asociación, a quienes ha saludado, entre ellos, los presidentes parroquiales, sacerdotes asistentes y afiliados de numerosos países. En su alocuación se ha referido a su presidente, Franco Miano, y al nuevo asistente general, Mons. Mansueto Bianchi, a quienes ha agradecido su misión, recordando a su predecesor Mons. Domenico Sigalini, por su dedicación y servicio de tantos años. Asimismo, ha dirigido un saludo especial al cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, y al Secretario General Mons. Nuncio Galantino.

La celebración de su Asamblea se inserta bien en el tiempo pascual, en el que los discípulos al encuentro de Cristo resucitado, imprimen un estilo evangelizador capaz de incidir en la vida de la gente. En el actual contexto social y eclesial, los laicos son llamados a renovar la elección misionera, abierta a los horizontes que el espíritu indica a la Iglesia para expresar el apostolado laical, paradigma de la Acción Católica, sobre todo en las parroquias.

El sumo pontífice ha señalado el deber de la plena disponibilidad y servicio con el fin de asumir un dinamismo que privilegie los estratos más débiles y olvidados, porque este estilo evangelizador anima al laicado diocesano a vivir en corresponsabilidad pastoral para la transformación de la sociedad y orientación al bien común.

Para ser anunciadores y testigos de Cristo se necesita permanecer sobre todo cercanos a Él. Es a partir de este encuentro que nuestra vida se convierte en testimonio, adquiriendo cada día, un nuevo significado y fuerza nueva. Hay que ir por las calles de las ciudades y países anunciando el reino de Dios y su esperanza que no desilusiona, haciendo llegar este mensaje hasta los confines, renovando así el compromiso con aquellos que más sufren. La necesidad de proclamar la fe es importante, hay que vivirla como lo hizo San Agustin hace mil seiscientos años. Las personas han de ser capaces de reconocer sus propios límites y talentos, los signos de la presencia del Señor, y ser corresponsables de las misiones, comunidades parroquiales y diocesanas.

Con estos comportamientos, permanecer en Jesús, ir a los confines y vivir la pertenencia cristiana, se podrá llevar adelante la vocación de la salvación que caracteriza a los creyentes evitando así la tentación del inmovilismo. Que María Inmaculada y su bendición nos acompañen.

(GM – RV)

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