El espíritu de la piedad

Ciudad del Vaticano, 4 junio 2014 (VIS).- Francisco I dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles a otro don del Espíritu Santo, la piedad, que como explicó indica nuestra pertenencia a Dios y unión con Él, que da sentido a toda nuestra vida y nos mantiene firmes en comunión, incluso en los momentos más difíciles.

El Santo Padre aclaró a las decenas de miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro que por eso, este don suscita en nosotros, ante todo, gratitud y alabanza. Este es el motivo y sentido auténtico de nuestro culto y adoración. Cuando el espíritu nos hace percibir la presencia del Señor nos sentimos movidos a la oración. La piedad, por tanto, es religiosidad auténtica, confianza en Dios, propia de las personas humildes.

Los sentimientos piadosos nos hacen capaces de sentir y acercarnos a quien se encuentra angustiado, para corregir a quien se equivoca, consolar al afligido, atender y socorrer a quien está en la necesidad. Hay, además, una estrecha relación con el sosiego, nos hace ser tranquilos y pacientes, en paz y al servicio de los demás.

El Papa concluyó citando la Carta de San Pablo a los Romanos, refiriéndose a que todos los que son guiados por el espíritu, éstos son hijos de Dios, pues no lo hemos recibido de la esclavitud para estar otra vez en temor, sino que ha sido adoptado, para aclamarlo. Pidamos al Señor que venza nuestros miedos o dudas, y nos convierta en testigos del Evangelio.

A este propósito, recordamos que Francisco I envió el pasado 30 de mayo un mensaje a los participantes del XIX Congreso de la Asociación Internacional de Derecho Penal y del III Congreso de la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología celebrado en Buenos Aires, destacando por un sentido de piedad bien entendido, tanto la reparación del daño causado a las víctimas como la necesidad de contrición y atrición de quienes causan su perjuicio.

Después de la catequesis el sumo pontífice se dirigió entre otros a los peregrinos polacos, y en especial, a los que se reúnen cada año en Lednica, en las fuentes bautismales de Polonia para renovar su adhesión a Cristo y la Iglesia, tradición que inició Juan Pablo II hace dieciocho años.

El Obispo de Roma saludó también, entre otros, a quienes participarán en la peregrinación a pie que cada año se realiza desde la ciudad italiana de Macerata al Santuario de la Virgen de Loreto, que llevaron a la Plaza de San Pedro la antorcha de la paz para su bendición, y que acompaña esta peregrinación durante el camino nocturno, que se desarrolla a lo largo de 26 km. entre las colinas de Le Marche.

Y como es tradicional, dirigió también unas palabras especiales a los jóvenes, enfermos y recién casados, en particular a los que participan en un encuentro conyugal promovido por el Movimiento de los Focolares.

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