7 enero 2007, 10:45

 
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Misa de la Epifanidad en la Santa Sede
 
Celebraciones Litúrgicas de Benedicto XVI en Navidad. Solemnidad de la Epifanía del Señor. Homilía del Santo Padre. Basílica de San Pedro. Sábado, 6 enero 2007. Fuente : ssbenedictoxvi.org

Benedicto XVI: "Renovación espiritual ante el desafío de la globalización".

6 de Enero (Radio Vaticano).- En esta solemnidad de la manifestación de un Dios que se ha revelado en la historia como luz del mundo para guiar a la humanidad hacia la tierra prometida – "donde reinan la libertad, la justicia y la paz" – el Papa Benedicto XVI ha hecho suyos los mensajes del Concilio Vaticano II a los gobernantes, a los científicos y a los líderes de las religiones no cristianas: "¡No tengáis miedo de la luz de Cristo!".

En su homilía de la Santa Misa que ha presidido esta mañana, evocando a los "Magos, misteriosos personajes venidos de Oriente", hace veinte siglos – cuando se reveló y realizó en Cristo el misterio de la salvación – el Santo Padre ha recordado que este misterio no ha alcanzado aún su cumplimiento, como escribiera también su amado predecesor Juan Pablo II, en la Encíclica Rendemtoris missio.

Pero ¿dónde ha llegado el itinerario universal de los pueblos hacia Cristo, luz de las gentes?, y ¿quiénes son los Magos de hoy, para interpretar en el mundo actual a estas misteriosas figuras evangélicas?, se ha preguntado Benedicto XVI. Preguntas a las que ha querido responder con la Encíclica del Siervo de Dios Pablo VI, dedicada al desarrollo de los pueblos y con el magisterio del Concilio Vaticano II, cumbre de la Iglesia, impulsada por el anhelo, suscitado por el Espíritu Santo, de anunciar a la humanidad contemporánea a Cristo, luz del mundo.

Como en la época del Concilio, el centro no puede seguir siendo Europa y tampoco lo que llamamos Occidente y Norte del mundo. Seguimos estando ante la exigencia de elaborar un nuevo orden político y económico – ha puntualizado el Obispo de Roma – pero al mismo tiempo, y sobre todo, espiritual y cultural, es decir, un renovado humanismo. De ahí que ante las transformaciones y desafíos de entonces, el Santo Padre haya señalado también las dificultades de hoy: Vemos cada vez con mayor evidencia, que un nuevo orden mundial político y económico no funciona si no hay una renovación espiritual, si no podemos acercarnos de nuevo a Dios y encontrar a Dios entre nosotros.

Hoy, al comienzo del tercer milenio nos encontramos en la fase, quizá más viva, del desafío de la época moderna de la historia humana, que se conoce como globalización: "Hoy nos damos cuenta de cuán fácil es perder de vista los términos de este desafío, precisamente porque estamos implicados en él. Riesgo que refuerza la intensa expansión de los medios de comunicación, que, si por un lado multiplican indefinidamente las informaciones, por otro, parecen debilitar nuestra capacidad de síntesis crítica. La solemnidad de hoy puede ofrecernos esta perspectiva, a partir de la manifestación de un Dios que se ha revelado en la historia como luz del mundo, para introducir, finalmente, a la humanidad en la tierra prometida, donde reinan libertad, justicia y paz".

Insistiendo en los mensajes del Concilio Vaticano II y en los Magos – que se postran en adoración ante "un simple niño que está en brazos de su madre, no en un palacio real, sino en una pobre gruta en Belén" – el Papa ha querido hacer suyos los mensajes de los padres conciliares a los gobernantes, a los hombres del pensamiento y de la ciencia y la declaración Nostra aetate: "Me refiero a los líderes espirituales de las grandes religiones no cristianas. Dos mil años después, podemos reconocer en las figuras de los Magos, una prefiguración de estas tres dimensiones constitutivas del humanismo moderno: la dimensión política, la científica y la religiosa. La Epifanía nos las muestra en estado de "peregrinación", es decir en un movimiento de búsqueda, a menudo algo insegura, que, en definitiva, tiene su punto de llegada en Cristo, aunque a veces la estrella se esconda. Y al mismo tiempo nos muestra a Dios, que a su vez, está peregrinando hacia el hombre. No sólo está la peregrinación del hombre hacia Dios, sino que el mismo Dios, está en peregrinación. En efecto, ¿quién es Jesús sino Dios que ha salido de sí mismo para salir al encuentro de la humanidad?. Por amor, Él se ha hecho historia en nuestra historia".

En este contexto, Benedicto XVI ha hecho hincapié en la actualidad del Mensaje del Concilio a los gobernantes: "Es a vosotros a quienes toca ser, sobre la tierra, los promotores del orden y la paz entre los hombres. Pero no lo olvidéis: es Dios, el Dios vivo y verdadero, el que es el Padre de los hombres. Y es Cristo, su Hijo eterno, quien ha venido a decírnoslo y a enseñarnos, que todos somos hermanos. Es el gran artesano del orden y la paz sobre la tierra, porque es Él quien conduce la historia humana y el único que puede inclinar los corazones a renunciar a las malas pasiones que engendran la guerra y la desgracia".

Después de estas palabras de los padres del Concilio – "huella luminosa que puede transformar la historia de las naciones del mundo", el Papa ha evocado el mensaje a los hombres de pensamiento y de ciencia: "Continuad buscando sin cansaros, sin desesperar jamás, la verdad. El gran peligro es el de perder la verdad y el de buscar sólo el "hacer", el pragmatismo. Recordad – prosiguen los padres conciliares – la palabra de uno de vuestros grandes amigos, San Agustín: "busquemos con afán de encontrar y encontremos con el deseo de buscar aún más. Felices los que poseyendo la verdad la buscan más todavía a fin de renovarla, profundizar en ella y ofrecerla a los demás no habiéndola encontrado, caminar hacia ella con corazón sincero: que busquen la luz de mañana con la luz de hoy, hasta la plenitud de la luz".

A estos dos mensajes, hoy más que nunca, se debe unir uno a los líderes religiosos: "A los responsables de los pueblos, a los investigadores y a los científicos, hoy más que nunca, es necesario sumar a los representantes de las grandes tradiciones no cristianas, invitándolos a confrontarse con la luz de Cristo, que vino no a abolir, sino a cumplir lo que la mano de Dios ha escrito en la historia religiosa de las civilizaciones, en especial en "las grandes almas" que han contribuido a edificar a la humanidad con su sabiduría y sus ejemplos de virtudes. Cristo es la luz y la luz no puede oscurecer, sino sólo iluminar, aclarar, revelar. ¡Que nadie, por lo tanto, tenga miedo de Cristo y de su mensaje!. Y si en el curso de la historia los cristianos, siendo hombres limitados y pecadores, han podido a veces traicionarlo con su conducta, ello pone de relieve aún que la luz es Cristo y que la Iglesia la refleja sólo permaneciendo unida a Cristo".

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