15 enero 2008, 06:45

Manuel Aparici : Apóstol con vocación de crucificado 
martes, 15 de enero de 2008, 6:39:48 | FPC. 

Autor : Carlos Peinó Agrelo (colaborador en la redacción de la Positio Super Virtutibus). Fuente : Peregrinos de la Iglesia

«Es conveniente dar a conocer el bien, que tanto abunda y del que tan poco se sabe, para contrarrestar la difusión del mal, que tanto ruido hace. Y el bien tiene, muchas veces nombres y apellidos […]. ¿Por qué no propagarlos?» Y uno de ellos es el de Manuel Aparici, escribe en el Diario YA, Juan Abarca, el 26 de julio de 1994.

Por su parte, José Díaz Rincón afirma que «en sus 65 años no he tratado a nadie con una personalidad humana y cristiana tan colosal y completa como la de don Manuel … Era educadísimo, cortés, caritativo, generoso, alegre, elegante, siempre te escuchaba, con él te sentías comprendido, para él tú eras lo más importante, no tenía acepción de personas … Con él cualquiera se encontraba a gusto, inspiraba confianza, te sentías querido … Rezumaba fe-esperanza-caridad en todo momento … Para sacrificarse estaba siempre el primero … ».

Nos brindó el ejemplo -casi heroico- de un vigoroso e infatigable apóstol. Fue un hombre gigante, indiscutible. Envolvía una personalidad asombrosa en pura traza paulina. Modelo de apóstol seglar y de sacerdote con alma eternamente juvenil, con inagotables afanes de conquista, con arrebatadora y contagiosa ambición de santidad y una historia única en sacrificios, entusiasmos e iniciativas por la Obra. Muchos jóvenes pueden decir bien alto que son cristianos por la gracia de Dios y por la palabra de Manuel Aparici.

Juan Pablo II nos convocó a una nueva evangelización. Una evangelización que ha de ser nueva en sus métodos, nueva en su ardor, nueva en su expresión.

¿No será que nos está faltando en nuestras vidas el lema de Manuel Aparici?:

¡Tengo sed! … Una sed como la de Jesús.

¡Tengo sed! … Fue el lema de su vida, aprendido de los labios de Cristo, clavado en Cruz, en la tarde dolorosa del Viernes Santo.

¡Tengo sed! … Fue su lema como apóstol seglar, inscrito en los crucifijos de sus Propagandistas de los Jóvenes de Acción Católica; su lema sacerdotal grabado en el cáliz de su primera misa; su lema de víctima, que le llevó a ofrecerse en inmolación por los hermanos.

¡Tengo sed! … Sed de almas, como la de Jesús.

Sed de almas de jóvenes; que conocieran y amaran al Señor; que vivieran en Gracia; que sintieran en su espíritu el ansia de santidad y la fiebre del apostolado.

Sed de almas de sacerdotes; santos, entregados a Cristo y al pastoreo de sus ovejas; castos, obedientes, desprendidos; ministros de la palabra, la reconciliación y la eucaristía.

Sed de almas dolientes y generosas que busquen «la unión con Cristo a través del dolor», tema elegido por él para su trabajo en el Seminario.

¡Tengo sed! … Sed abrasadora, creciente, universal, como la de Jesús.

Sed de que cada Centro de Juventud fuera «una fragua parroquial de muchachos ardientes».

Sed de que España y los pueblos hispanos, fieles a su vocación evangelizadora, fuera de verdad auténtica «Vanguardia de Cristiandad».

Sed de que se hiciera realidad el sueño de aquel Papa, Pío XI: «Una Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo».

Su figura, su vida y su sed de almas se ofrecen a nuestro mundo como modelo y ejemplo de apóstol de Cristo. Pueden ser para nosotros ejemplo y llamada.

¡Cuánto bien podría hacer a la Iglesia de hoy su figura, su vida y su sed de almas como modelo y ejemplo de apóstol de Cristo!.

Llegó a Salamanca revestido de una aureola heroica.

¡Que hombre bueno, que sacerdote cabal !.

A su fallecimiento, José María Javierre publicó en la revista INCUNABLE (5, 1964/1965) un recuerdo, bajo el título «Recuerdo de Incunable para Manuel Aparici», que ofrecemos seguidamente. Antes decir, que el Cardenal Javierre, hermano de D. José María, durante la conversación que mantuvimos con él en su casa de Roma nos dijo: «Manuel Aparici era un santo». Ambos hermanos fueron compañeros de Manuel Aparici en la Universidad Pontificia de Salamanca.

El artículo de D. José María dice así:

En las fichas biográficas que han circulado en periódicos y revistas con ocasión de la muerte de Manuel Aparici hay una laguna: un par de años a los que nadie da importancia, entre su primera Misa y el regreso del antiguo Presidente de la Juventud para ocupar el puesto de Consiliario Nacional. Es el tiempo que pasa en Salamanca como alumno de la Universidad Pontificia. Ejerce entonces una influencia silenciosa […] pero muy profunda, sobre varias promociones de estudiantes salmantinos.

Manuel Aparici llegó a Salamanca revestido de una aureola heroica que las circunstancias de su acción juvenil en la guerra y la postguerra le habían merecido. Poseía las dos notas capaces de arrebatarnos en aquel momento exacto: Una fiebre de ideales nobles -peregrinación, sacrificio, oración ardiente, entrega- y un afán apostólico bien probado en su vida de seglar. Él tuvo que notar que los curas jóvenes que estudiábamos entonces en Salamanca le mirábamos con ojos de admiración y respeto. Pero supo disimular: a nadie he visto más sencillo, más cordial, más humilde, dispuesto a oír y a comprender. Después de algunas aventuras pintorescas habíamos pedido al Obispo que nos dejara a los estudiantes del «Jaime Balmes» -con sede por aquel entonces en el palacio de Irlandeses- gobernarnos por nosotros mismos. Cuando llegó Manuel Aparici le nombramos Rector por aclamación […] pidió limosna en Madrid para apuntalar la economía del Colegio; agenció becas y viáticos; compró los muebles para una sala de estar […] organizó retiros y Ejercicios; creó la Academia Sacerdotal, en cuyo seno germinó la idea de «Incunable»; y hasta presidió nuestras festividades «religiosas y civiles» en los días de huelga que alguna vez atrevimos a organizar como protesta contra el olvido de fechas insignes en el calendario escolar. En el «Jaime Balmes» de entonces estudiábamos como fieras […]. Respaldados por la dirección espiritual y exigente de Manuel Aparici, […] entregado confiadamente […]. ¡Qué hombre bueno, qué sacerdote cabal.! Manuel Aparici dió testimonio de fe, de piedad, de amor.

No era gran teólogo, ni siquiera pertenecía al tipo intelectual. En sus pláticas, en sus conversaciones, decía cosas […] complicadas en torno a los grados de humildad, al esquema de las virtudes, a las edades de la vida interior; […]. Pero nos cogíamos a su mano porque el nos entraba de verdad en la nube donde el Señor habita: Manuel Aparici percibía el misterio de la existencia sacerdotal […], vivía de la fe. Como el justo […] Abraham.

Los asuntos profanos y hasta la acción temporal de la Iglesia los veía con cierta desconfianza. Trataré de hablar con precisión: […] había un matiz ligeramente jansenista, si a este término le damos el valor positivo de la presión sobrenatural en las venas del mundo. Manuel Aparici pensaba que […] detrás de los científicos, y de las leyes físicas, […] el sol sale cada día porque le empujan los ángeles.

[…] Aunque se puede ser bueno del todo […] sin ceder, sin entregarse a la ingenuidad. Manuel Aparici traía en su alma toda la resaca de caballero andante que la guerra española le dejó dentro […] se sabía Capitán de Peregrinos. Nunca pensó en calcular los dividendos que a él podían corresponderle por el esfuerzo realizado, y por eso quienes había sido con él compañeros de Ideal le miraban ahora con cierta lástima, porque ya ellos sacaban las sumas y gozaban la renta […]. Manuel Aparici continuaba creyendo en altos ideales. Y quedó desplazado, anacrónico […] resultaba excesivo. Tenía demasiada fe y fervor. Su nombre no entró en la baraja de importantes, no le tocó sitio en el extraño escalafón de los clérigos, donde devoción y ambiciones cohabitan entre las frases pías y el codazo ventajista. A Manuel Aparici no le interesaba medrar: estuvo al margen […]. Era un sacerdote verdadero. Ensamblado en el Cuerpo Místico de Cristo […]

Ocurrió que el Señor señaló la vida de Manuel Aparici con la tiza de las grandes ocasiones: ocho años en cruz. Según la partida de nacimiento, ya no era joven y, sin embargo, […] escogido por Dios para el sufrimiento […] en la soledad del hombre vencido, esperaba las visitas que casi nunca llegaban […] sino por esta falta de tiempo a que nos condena la vida de ingrato ajetreo […] marco en que los sacerdotes de su época salmantina conservan su recuerdo. Y también INCUNABLE.

«Y nada más, le decía Miguel Benzo por carta de fecha 10 de junio de 1948. No quiero entretenerte más porque te supongo sumergido en exámenes. Vosotros, los intelectuales … ».

Por esos días, el 1 de julio de 1948, el Vicario General y Deán del Arzobispado de Zaragoza, Rvdo. Don Hernán Cortés, le decía en relación con los estudios: «Ya ve que tengo razón cuando le modero en ciertos afanes. Oro por usted; cuídese. Después de Dios y de la salud, que Él quiera que tengamos, son secundarios hasta los exámenes. De todos modos, celebraré que los termine. Ya me dirá cómo queda … ».

Manuel Aparici murió santamente dando cursillos.

«Finalizado el Cursillo [de Toledo celebrado entre el 14 y 18 de Mayo de 1954, al que asistió Manuel Aparici] -escribe Bibiloni- Aparici escribió una carta al Obispo Hervás diciéndole: "Creo que el Señor nos ha deparado un instrumento magnífico. Sinceramente confieso que el cursillo de cristiandad perfecciona notablemente todos los anteriores. Me alegro extraordinariamente de haber vivido este cursillo, no sólo porque hay cosas que sólo viviéndolas pueden conocerse, sino porque así podré defenderlo de las censuras de que lo hacen objeto algunos que no fueron con el deseo de encontrar la verdad". Palabras éstas últimas cargadas de significación […]» [1].

¡El escrito revela la grandeza de alma de Manuel Aparici. Es el […] de siempre!.

[…] Mallorca -escribe en otro momento- no era el único foco de irradiación apostólica. También Ciudad Real, con el doctor Hervás destinado a aquella sede; Madrid, con el Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica Española [su Consiliario Manuel Aparici] y la presencia de don Sebastián Gayá; Córdoba, con don Juan Capó allí radicado, contribuían a la difusión del nuevo método por los caminos del Viejo Continente» [2].

* Manuel Aparici «[…] Era un hombre muy abierto y simpático […]» [3]. «[…] Era tal su prestigio y su talla humana y cristiana que […] cuando adoptó el sistema de «Cursillos de Cristiandad», nadie se opuso» [4]. «[…] Pude verle actuar con aquel fuego de alma que arrastraba» [5]. «[…] Le oí tantas veces recomendarme lo de los Cursillos de Cristiandad […]» [6].

* «Sus "rollos" […] eran de gran altura, aunque asequibles, y a todos impactaba el de Sacramentos […]. De aquellos días guardo de memoria su dedicatoria del Libro de Preces o Guía del Peregrino: "No hay mayor alegría que ver la Gracia crecer en los hermanos, y la única tristeza es no ser santo" […]» [7].

* «[…] Cuando explicaba el «Orden Sacerdotal» y «La Eucaristía» terminaba emocionado […], palpábamos que le estallaba el corazón, porque las palabras le salían del alma, porque su convicción era profunda …; yo no puedo recordar aquellas expresiones del amor de Dios sin emocionarme constantemente» [8]. «[…]. Se quedó gravada profundamente en mi alma la fe y devoción […] de D. Manuel a Jesús Eucaristía. Se traslucía a ojos vista un alma santa» [9].

* «[…] En las noches de los Cursillos de Cristiandad delante del Santísimo, y en la capilla del Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica era frecuente tener que entrar y darle en el hombro diciéndole: "D. Manuel, deje de rezar que tenemos que empezar la reunión". Yo lo vi muchas veces ensimismado ante el Sagrario […]. En los Cursillos pasaba prácticamente toda la noche en oración […]» [10].

* «[…] Fue Director de muchos […] Cursillos […], dedicándose intensamente, incluso durante su última enfermedad, mientras se lo permitieron sus fuerzas y en contra de las recomendaciones de los médicos.

»Durante este tiempo fui colaborador asiduo del Siervo de Dios en los Cursillos de Cristiandad, como Rector o Profesor de muchos; recorrimos toda España dando Cursillos […]» [11].

* «[…] Cuando sufrió el infarto que lo postró, yo comenté con algunos amigos que bien pudo influir la presión emocional a la que estaba sometido constantemente en los Cursillos de Cristiandad, en los que muy frecuentemente se implicaba, convencido de que era el gran hallazgo apostólico […]. Su habitación de enfermo (en su casa) seguía siendo considerada por todos como el centro de irradiación del espíritu de la Juventud de Acción Católica. Él no se lamentaba. Vivía una etapa distinta en su camino y la asumía con naturalidad, sin hacerse ilusiones sobre su restablecimiento […]» [12].

* «Todo su cuerpo […] y toda su mente estaba dedicado a proyectar la imagen de Cristo en toda la juventud, para que todos tuviesen un corazón lleno de amor y entrega total como lo tenía él. Cuando lo veía postrado en la cama, enfermo, lleno de dolores, problemas de salud y pobreza, decía: "Para consumar el cáliz que había pedido beber y que el Señor le ofreció"» [13].

* «[…] Postrado [varios años] prácticamente, como estaba, dirigió diferentes Cursillos de Cristiandad, de dirigentes, de formación y apostolado, tanda de Ejercicios […]. Estaba horas en oración, daba charlas, "rollos" o meditaciones sentado, recibía personalmente a la gente. No le vi ni una vez quejarse, ni perder el humor, la paciencia, exigir algo: comida, trato, dinero; esto le venía ancho siempre y a esas alturas se palpaba […] literalmente» [14].

* «[…] Quemó su vida en los últimos años dando Cursillos de Cristiandad y promoviendo cuadros de dirigentes y militantes de la Juventud de Acción Católica […]» [15].

* «Los que vivíamos en el entorno de D. Manuel decíamos y comentábamos que realmente […] era un santo, y esta fama era espontánea; y fueron testigos muchos jóvenes del resto de España a través de los Cursillos de Cristiandad» [16].

Notas.

[1] HCC p. 189.
[2] HCC p. 212.
[3] Salvador Sánchez Terán. Testigo (Copia Pública -C.P- pp. 269-282).
[4] Cf. Rvdo. D. Antonio Garrigós Messeguer . Testigo (C.P. pp. 340-351).
[5] Julio Navarro Panadero. Testigo (C.P. p. 9850).
[6] R.P. Llanos, S.J. (C.P. p. 9855).
[7] J. Ramón García Lisbona. Testigo (C.P. pp. 9866-9868).
[8] José Díaz Rincón. Testigo (C.P. pp. 220-254).
[9] Rvdo. D. Jesús Rojo Cano. Testigo (C.P. p. 9854).
[10] Salvador Sánchez Terán. Testigo (C.P. pp. 269-282).
[11] Manuel Gómez del Río. Testigo (C.P.. pp. 377-392)
[12] Rvdo. D. Antonio Garrigós Messeguer. Testigo (C.P. 340-351).
[13] José María Maíz Bermejo. Testigo y médico cirujano que le operó (C.P. pp 82-94)
[14] José Díaz Rincón. Testigo (C.P. pp. 220-254).
[15] Salvador Sánchez Terán. Testigo (C.P. pp. 269-282).
[16] Miguel García de Madariaga . Testigo (C.P. pp. 183-200)

Manuel Aparici Navarro fue Presidente y Consiliario Nacional de las JAC – Juventudes de Acción Católica y antecesor del Movimiento de Cursillos de Cristiandad.

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