Avergonzarse de los propios pecados, virtud del humilde

(RV).- Avergonzarse de los propios pecados es la virtud del humilde que prepara a acoger el perdón de Dios: fue la reflexión de Francisco, el lunes 29 de abril por la mañana, durante la Misa presidida en la Capilla de la Casa de Santa Marta, en presencia de algunos empleados vaticanos de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica y de un grupo de religiosas. En esta oportunidad concelebraron con el Santo Padre el cardenal Domenico Calcagno, presidente del APSA, y el arzobispo Francesco Gioia, presidente de la Peregrinatio ad Petri Sedem.

Comentando la primera Carta de San Juan, el Papa Francisco subrayó que : Caminar en las tinieblas significa estar satisfecho de sí mismo; estar convencido de no tener necesidad de salvación. ¡Aquellas son las tinieblas! Cuando uno se adentra en este camino, no es fácil dar marcha atrás. Si decimos estar sin pecado, nos engañamos a si mismos y la verdad no está en nosotros. Miren sus pecados, todos somos pecadores … Este es el punto de partida, confesar nuestros pecados, justo hasta perdonarnos y purificarnos de toda iniquidad.

“Cuando el Señor nos perdona hace justicia” – prosiguió diciendo el Obispo de Roma – “porque Él ha venido para salvarnos”, acogiéndonos como un padre hacia los hijos: “el Señor es tierno hacia aquellos que lo temen”, “nos comprende siempre”, quiere donarnos “aquella paz que solo Él da”. “Esto – afirmó – es lo que sucede en el Sacramento de la Reconciliación”.

El confesionario es un encuentro con Jesús, que nos espera como somos, da vergüenza decir la verdad, pero la capacidad de avergonzarse es una verdadera  virtud cristiana y también humana, de aquel hombre y aquella mujer que es humilde.

Es necesario tener confianza – prosiguió el Papa – porque cuando pecamos tenemos un defensor ante el Padre: “Jesucristo, el justo”. Y Él “nos sostiene” y defiende frente a nuestras debilidades. Pero es necesario ponerse frente al Señor “con nuestra verdad de pecadores”, con confianza. Y la vergüenza es una virtud que Jesús nos pide.

“Humildad y docilidad son como el marco de una vida cristiana. Y Jesús nos espera para perdonarnos, ir a confesarse  es alabar a Dios, porque yo pecador he sido salvado por Él”.

Esta confianza “nos da respiro”. Que el Señor – finalizó el Papa su homilía en Santa Marta – nos dé esta gracia, este coraje de ir siempre hacia él, porque la verdad es su luz, y no las tinieblas de las mentiras ante Dios. Así sea.

(RC – RV)

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