Carta del Papa por la beatificación del P. Brochero

José Gabriel Brochero (1840-1914)(RV).- Francisco I envió este 14 de septiembre un mensaje dirigido a Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina con motivo de la beatificación del P. Brochero.

Texto de la carta del sumo pontífice.

Que finalmente el Cura Brochero esté entre los beatos es una una bendición para los argentinos y devotos de este pastor, que se hizo pobre, luchó siempre por estar bien cerca de Dios y la gente, e hizo tanto bien a nuestro sufrido pueblo.

Imagino hoy al párroco en su mula malacara, recorriendo los largos caminos áridos y desolados de los 200 kilómetros cuadrados de su parroquia, buscando por casa a los bisabuelos y tatarabuelos de ustedes, para preguntarles si necesitaban algo e invitarlos a hacer los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Conoció todos los rincones. No se quedó en la sacristía, su visita era la del mismo Cristo a cada familia. Él llevaba la imagen de la Virgen, el libro de oraciones con la Palabra de Dios, los objetos para celebrar la Misa diaria. La gente lo invitaba con mate, charlaban y les hablaba de un modo que todos lo entendían porque le salía del corazón de su fe hacia Jesús.

José Gabriel Brochero centró su acción pastoral en la oración. Apenas llegó, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba para hacer su ejercicio espiritual con los padres jesuitas. Con sacrificio cruzaba primero las Sierras Grandes, nevadas en invierno, para rezar luego en la capital. Mucho trabajo tuvo para hacer la Santa Casa de Ejercicios en la sede parroquial. Allí, la oración larga ante el crucifijo culminaba con la confesión, era un ejemplo de caridad y misericordia.

Este coraje apostólico y celo misionero, esta valentía con corazón compasivo, lo movió a convertir personas de mala vida y paisanos difíciles. Se cuentan por miles los que, con su trabajo sacerdotal, dejaron el vicio y las peleas. Todos recibían los sacramentos durante los ejercicios y, con ellos, la fe para ser hijos de Dios, hermanos, padres y madres de familia, en una comunidad comprometida con el bien de todos, que se respetaban y ayudaban unos a otros.

Es una beatificación muy importante que tiene la actualidad pastoral del Evangelio, porque fue un pionero al salir hacia las periferias geográficas y existenciales y llevar la misericordia del Señor. No se quedó en su despachol, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar gente, como un sacerdote callejero. Esto es lo que Cristo quiere hoy, discípulos misioneros.

Era un hombre normal, frágil, como cualquiera de nosotros, pero conoció la caridad de Jesús, y se dejó forjar el corazón. Supo salir del egoísmo mezquino, venciéndose a sí mismo, superando esas fuerzas interiores de las que el demonio se vale para encadenarnos a la vida fácil, eligiendo el sacrificio de trabajar por el Reino de Dios y el bien común que la dignidad de cada persona se merece, y fue fiel hasta el final : continuaba rezando y celebrando laeucaristía incluso ciego y leproso.

Dejemos que el Padre Brochero entre hoy en nuestra casa y nos invite a la oración, al encuentro con Jesucristo, que nos libera de ataduras para salir a la calle a buscar al prójimo que sufre y necesita de caridad. Pido al Señor les conceda esta gracia, anticipo de la felicidad de la que goza ahora como beato en el cielo y los bendiga. Ruego a la Virgen Santa que los cuide.

Un padre para todos.

Un verdadero benefactor del pueblo que ayudó al crecimiento moral y espiritual de los fieles, a promover el progreso de la sociedad, familia y comunidad. Es el retrato de José Gabriel del Rosario Brochero (1840-1914) propuesto por el Cardenal Angelo Amato, el enviado pontificio, durante el rito de la beatificación del sacerdote argentino, este sábado, 14 de septiembre, en Villa Cura Brochero, ante una multitud de más de 150.000 personas, que desde las más tempranas horas de la madrugada se había reunido para presenciar el histórico evento porque su beatificación involucró a toda la nación.

El cura Brochero, en realidad, no era sólo un sacerdote, sino también un benefactor del país. Su profundo trabajo de humanización – dijo el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos  – provenía de la predicación del Evangelio de Cristo y la santidad personal, reconocida por todos a lo largo de su vida, tanto es así que en 1883, el diario “El Interior» de Córdoba publicó su biografía, como la lectura religiosa de la Semana Santa de ese año.

El celebrante pontificio narró algunos episodios de la vida del nuevo beato que llegaba con su mula a los más recónditos lugares “para llevar la palabra y el consuelo de la fe” a los más indigentes. Testimoniaba con su vida lo que predicaba. “Era el primero en trabajar, transportando piedras, labrando la tierra”.

El purpurado también destacó su caridad pastoral creadora de comunión y dirigida a la promoción integral de los fieles. Era un pastor y padre para todos, pero su predilección fueron los pobres y enfermos, les proveía de alimentos, ropa, asistencia, según sus posibilidades, se hizo cargo de la construcción de escuelas para la educación de los jóvenes, construyó caminos y canales de riego, hizo el tramo local del ferrocarril construyendo el edificio de correos. De hecho, era importante para él tanto el bienestar espiritual como social.

Concluyendo la homilía se recordó su vocación especial al sacerdocio, un cura gaucho que exhortaba a los sacerdotes a la práctica de la oración, predicación y confesión semanal, instándoles a tres importantes compromisos : ser constantes en el ministerio de la sagrada doctrina, no cansarse nunca de ser caritativos con el prójimo; y ejercitar la celebración del ministerio sacerdotal de Cristo.

(ER – RV)

Continuación …

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