Carta a buenos cristianos que están hartos de ciertos Obispos mediocres o malos. 

Introducción. 

Publicamos la siguiente carta del Rvdo. P. José María Iraburu a petición del historiador argentino Gustavo Carrére Cadirant que nos explica la intención de la misma en un esclarecedor comentario y a modo de conclusión.

Sin embargo, debemos con antelación aclarar que muchas de las acusaciones vertidas contra ministros de la Iglesia son ciertas, y no deben ser silenciadas porque forman parte nos guste o no de la memoria histórica de la Iglesia en la civilización moderna, que debe ser maestra de vida, para que en el futuro no caigamos en los mismos errores del pasado.

De este modo, citamos necesariamente de modo ilustrativo referencia de la noticia aparecida sobre el Pbro. Christian von Wernich o el cura de la muerte, que en la nación argentina fue recientemente condenado a cadena perpetua por los tribunales de justicia al encontrarle culpable a partir de las pruebas periciales aportadas durante su juicio que le implicaban en actos criminales perpetrados por los militares durante la dictadura argentina.

Asimismo, todo ello nos recuerda por su trascendencia y una vez más que existen sacerdotes en la Iglesia que utilizan su ministerio para encubrir los actos de cobardía más atroces, viles y execrables que pueda haber conocido el ser humano, como serían por ejemplo los inconfesables casos de pederastia entre sacerdotes, religiosos y seminaristas en las diócesis de Estados Unidos, que habiendo sido cometidos en la más absoluta de las impunidades todavía permanecen sin ser castigados como les correspondía con la pena de privación de libertad en cualquiera de los hospitales psiquiátricos de la penitenciaría del Estado.

Por esta razón, también es conocido el caso del Rvdo. P. Valerian Trifa en EE.UU., deportado en la década de los años 80 por demostrarse su implicación en crimenes de guerra durante la II Guerra Mundial en su país natal de Rumania, y por el que quedó demostrado tras varias décadas de investigaciones del FBI – Federal Bureau of Investigation, que se trataba de un oficial de las camisas verdes que participó activamente de las políticas de deportación, habiendo intervenido voluntaria y conscientemente en estas acciones criminales que condujeron a una muerte segura en los campos de concentración y exterminio a cientos de judíos rumanos y que se produjeron con independencia de su posterior ordenación sacerdotal.

En definitiva, debemos condenar sin paliativos a todas aquellas personas, ministros de la Iglesia o no, que se demuestre por su falta de sentido de culpabilidad que no existe posible redención, cuando de una total ausencia de confesión y/o sincero arrepentimiento se deriva un crimen sin piedad, que en el momento de su comisión se perpetra con total impunidad, sin escrúpulos y sigue sin ser castigado. A continuación, y hecha esta aclaración la carta y comentario.

José María Amenós Vidal.

Carta a buenos cristianos que están hartos de ciertos Obispos mediocres o malos.

Me parece a mí, y es una opinión que yo comparto, que muchas veces se centra demasiado el mal de la Iglesia actual en los Excmos. Sres. Obispos,… y que solo pensar en ellos a no pocos les revuelve las tripas, con perdón.

Posteriormente, ya que de la abundancia del corazón (en este caso, de las tripas) habla la boca, estos indignados echan contra ellos rayos y truenos. Lo que dicen (me refiero a los que más sufren con los males de la Iglesia) …, afirman, manifiestan, observan, profieren, alegan, expresan, muestran, proclaman, enuncian, declaran, exponen, precisan, aseguran y aseveran sobre esos Obispos suele ser la pura verdad. Al menos a mí así me lo parece en muchos casos …

Pero en lo que no estoy de acuerdo es en la concentración de culpabilidad que al parecer realizan sobre los Obispos, pobréticos. Ellos son, en el orden eclesial, cabezas ciertamente del cuerpo diocesano que presiden. Pero tantas veces, lo vemos en nuestros propios organismos corporales, la cabeza funciona mal cuando no va bien el cuerpo, la circulación sanguínea (p.ej., falta de riego cerebral); cuando una enfermedad, como un alzheimer, afecta especialmente a la cabeza, aunque también a todo el resto del cuerpo; cuando bien sea por una alimentación muy excesiva o por una ingesta muy insuficiente, está la cabeza …, que no discurre, etc … En todos estos casos, y tantos otros que se podrían aducir, el mal funcionamiento de la cabeza no ha de atribuirse exclusivamente (y a veces ni siquiera principalmente) a la propia cabeza, sino a un conjunto de causalidades morbosas presentes en todo el cuerpo o en una buena parte del cuerpo de esa cabeza.

A pesar de que un 80 % de bautizados no asisten a Misa los domingos, a pesar de que una buena parte de los que asisten comulgan sacrílegamente, al menos desde una consideración objetiva, por falta de previa reconciliación sacramental, a pesar de que un 90 % de matrimonios profanan habitualmente la santidad del vínculo conyugal usando anticonceptivos, a pesar de que quizás la mayoría de ellos lo hacen con buena conciencia, gracias a la "amplitud de miras" de un enorme número de profesores de teología y de malos pastores, a pesar de que la inmensa mayoría de los cristianos están diariamente embrutecidos por un consumo de TV pornográfica y completamente dominada por el padre de la mentira, a pesar de que tantísimos sacerdotes no dedican casi ningún tiempo a la oración, ni siquiera a las horas litúrgicas muchos de ellos, a pesar de que la enorme mayor parte de los bautizados están altamente mundanizados en pensamientos y costumbres, a pesar de que… estos críticos bienintencionados exigen, por decirlo así, que las cabezas de este cuerpo eclesial tan gravemente enfermo (enfermo en el aparato digestivo, circulatorio, metabólico, hormonal, nervioso, muscular, respiratorio, etc …) sean unas cabezas lúcidas, sanas, seguras, perfectamente dóciles en cada ocasión y circunstancia al influjo del Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad.

Y yo (con perdón) me permito decirles: … No puedo, por supuesto, eliminar la libertad (responsabilidad) personal de cada Obispo mediocre o malo, remitiendo su gran torpeza espiritual al cuerpo eclesial que encabeza. Ahí tenemos a un San Atanasio, perfectamente fiel a la fe católica, en medio de un mundo sobreabundantemente arriano. O a un Santo Cura de Ars entre tantos otros sacerdotes constitucionalistas o simplemente mundanizados. Pero creo que ante Dios, en plena justicia y en discernimiento veraz, debemos tener un juicio de nuestros Obispos muy benigno, compasivo y comprensivo. Muchos de ellos, conociendo las familias, las parroquias, los colegios, los seminarios, las facultades de teología, de que proceden, podríamos decir que son unos irremediablemente pobres-hombres, unos sacerdotes miserables que, por supuesto, no dan la talla, les faltan dos palmos para estar a la altura de su misión pastoral. (Y cuando digo "un juicio de nuestros Obispos", he de añadir en seguida: "no juzguéis y no seréis juzgados. La medida que uséis con los otros para juzgarlos, ésa se usará con vosotros"). Son los pobres Obispos (hablo de los que son pobres-hombres) unos miserables muy exactamente proporcionados al miserable rebaño de fieles que pastorean. "Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra".

Muchas veces yo me extraño, volviendo a lo de antes, es decir, conociendo las familias, las parroquias, los colegios, los seminarios, las facultades de teología, de que proceden, yo me extraño de que no sean mucho peores de lo que son, que ya es decir. Mal que bien, suelen celebrar Misa todos los días (no como algunos Obispos príncipes antiguos, que la celebraban media docena de veces al año), no se dedican a enriquecerse económicamente o a colocar a sus sobrinos en altos puestos del mundo secular o eclesiástico (cosa no infrecuente en otros tiempos), hay bastantes incluso que no tienen queridas, que no se dedican a la caza o al trato elegante en salones de la más alta sociedad económica, intelectual y artística, que suelen enseñar (aunque sea en voz baja y en tono completamente gris) la doctrina católica con una relativa fidelidad (aunque silencien muchos de ellos sistemáticamente temas importantísimos o aunque respondan a los errores vigentes con reprobaciones retardadas diez, veinte o treinta años: a eso se llama "velocidad de reflejos") … Pobrecitos, sobre-ocupados en tantas cosas, que no llegan a acudir a las principales y más urgentes.

Y con esto llegamos a donde teníamos que llegar. A afirmar que, como bien se comprueba en la historia, todas las renovaciones de la Iglesia han sido hechas en clave de santidad, de oración, de penitencia y de conductas martiriales. Unas veces teniendo como protagonistas a personajes altos de la Iglesia, un San Carlos Borromeo, un Santo Toribio de Mogrovejo, un San Pío X. Otras veces sirviéndose el Espíritu Santo (el único que puede hacer florecer los desiertos y "renovar la faz de la tierra") de santos humanamente muy modestos, Antonio Abad, Francisco de Asís, Juan María Vianney, Bernardita Soubirous, etc …

Muchos demonios andan hoy sueltos en la Iglesia (demonios de soberbia, de lujuria, de avidez de riquezas y placeres, de dominio y prestigio, etc …), y andan sueltos a todos los niveles de nuestra santa Madre Iglesia, a todos; quizás más sueltos en los niveles más altos que en los más modestos. Y como nos dijo Nuestro Señor Jesucristo, "esta especie (de demonios) solamente puede ser expulsada por la oración y el ayuno" (Mt 17,21; cf. Mc 9,29).

Rvdo. P. José María Iraburu.

Conclusiones.

En mi país hay una suerte de “descrédito general del pensar-obrar de la mayoría de los obispos”, sea por la crítica de muchos bienintencionados, sea por sus comportamientos objetivos frente a hechos puntuales; en tal sentido la considero oportuna y pertinente para esta ocasión (…)

Asimismo considero que lo expuesto por el P. Iraburu excede el hoy, ya que su escrito describe magistralmente la realidad que se vive, y se viene viviendo desde hace décadas, en gran parte del mundo católico; por lo tanto no pierde vigencia su publicación posterior, (…)

En síntesis, (… ) en mi Patria (…) los obispos en general no gozan de buena prensa, empezando por nuestro cardenal Primado, pero observando a la vez que muchos de los señaladores son propios de las características del llamarse católico que ilustra el P. Iraburu.

En unión de oraciones, en el Amor al Inmaculado Corazón de María Santísima.

Gustavo Carrére Cadirant.