La voz de Jesús

Jesús, detalle de la vidriera de la iglesia S. Etienne Fecamp, Normandía, Francia2013-07-22 L’Osservatore Romano.

La preparación inmediata del primer viaje internacional del nuevo Obispo de Roma estuvo marcada por tres gestos sencillos pero llenos de significado. En una especie de triduo que introdujo la Jornada mundial de la juventud de Río de Janeiro querida por Benedicto XVI.

Ante todo, la visita al predecesor, con quien ya es más que evidente la sintonía de fondo, para rezar juntos y pedir su cercanía espiritual en vísperas de esta nueva importante cita mundial de un catolicismo que es vital y alegre, como se ha visto en los encuentros de Colonia, Sydney y Madrid.

Por sorpresa tuvo lugar luego la larga oración silenciosa ante una antiquísima imagen de la Virgen, la Salus populi Romani venerada en Santa María la Mayor, donde el nuevo Vicario de Cristo ya había querido ir pocas horas después de la elección en el cónclave. Como un sencillo fiel, también en esta ocasión el Papa llevó flores a la Virgen. Luego encendió un cirio, sobre el cual destacaba el símbolo de la Jornada de Río, y pidió a los presentes que acompañaran el viaje con la oración, confianza y penitencia.

Por último, en el Ángelus, que ritma las horas del día recordando el misterio de la Encarnación de Cristo, por tercera vez el Pontífice pidió oraciones para el encuentro brasileño, que definió «semana de la juventud», y del cual con pocas palabras supo describir el núcleo esencial: «Los protagonistas serán los jóvenes. Todos aquellos que vengan, quieren escuchar la voz de Jesús : Señor, ¿qué debo hacer con mi vida? ¿Cuál es el camino para mí?». Preguntas que ciertamente no son sólo válidas para el encuentro en Brasil.

Con estos tres gestos Francisco I mostró con claridad el fin principal de la semana que se abre en sintonía con el itinerario de ya casi treinta años de las JMJ queridas por Juan Pablo II para destacar y testimoniar la centralidad de Cristo uniendo contemplación y servicio.

Después del viaje a Lampedusa, signo memorable y conmovedor de cercanía a la humanidad más olvidada y sufriente de nuestro tiempo, es Río de Janeiro la primera meta internacional del pontificado, así como Colonia lo fue para Benedicto XVI, en otra Jornada mundial de la juventud programada por su predecesor. En una sucesión singular de citas que marca el viaje de los dos Pontífices, al corazón de Europa, y América Latina.

G.M.V.

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