El Obispo de Roma y la FIAMC

Evangelio de la vida(RV).- El Santo Padre recibió este viernes en audiencia a los participantes al Encuentro de la Federación Internacional de las Asociaciones de Médicos Católicos (FIAMC). En su discurso el Papa reflexionó sobre la situación paradójica en la profesión médica. Donde por un lado se ven los progresos científicos en el campo de la medicina, y por otro, sin embargo, nos encontramos con el peligro de que el médico pierda su identidad de servidor de la vida.

Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger un nuevo nacimiento, otras formas provechosas para la sociedad también se pierden. La acogida del neonato forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca. La paradoja se ve en el hecho de que mientras a veces incluso se les da nuevos derechos a las personas, no siempre se protege los que van a nacer como un valor primario y el derecho básico de todos los seres humanos. El objetivo final del profesional de la salud siempre es la defensa y promoción de la vida humana, que siempre es sagrada e inviolable.

El sumo pontífice hizo un llamamiento a las conciencias de todos los profesionales y voluntarios de la sanidad, de manera particular a los ginecólogos para que colaboren en el nacimiento de nuevas personas.

Una mentalidad generalizada de los beneficios, la cultura de la exclusión, que hoy esclaviza los corazones y mentes de muchos, tiene un costo muy alto en vidas humanas que son eliminadas, sobre todo si son física y socialmente más débiles. La respuesta del cristiano contra esa mentalidad es una apuesta decidida y sin vacilaciones por los recién nacidos. El primer derecho de la persona humana es vivir, y aunque tiene otros dones, aquel es el bien fundamental y condición indispensable para todos los demás.

Francisco I insistió en dar testimonio y difusión de la cultura de la vida, porque la credibilidad de un sistema sanitario no se mide sólo por la eficiencia, sino sobre todo por la atención hacia el prójimo.

Ser católicos implica una mayor responsabilidad, ante todo hacia uno mismo, por el esfuerzo de coherencia con la vocación cristiana, y la civilización contemporánea, de modo que se ayude a reconocer la dimensión trascendente, la huella de la labor creativa de Dios, desde el primer instante de su concepción hasta la muerte natural. Se trata de un compromiso de la nueva evangelización, que a menudo requiere ir contracorriente. El Señor cuenta con nosotros para difundir el Evangelio de la vida.

(ER – RV)

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