Beatificación de la Madre María Teresa Bonzel

(RV).- El Papa aprobó, pocos días después de su elección pontificia, el pasado 27 de marzo, la promulgación de un milagro atribuido a la intercesión de la Madre María Teresa Bonzel, fundadora y superiora general de la Congregación de las Hermanas Pobres Franciscanas de la Adoración Perpetua.

Su principal carisma dedicado a la oración y caridad hacia los más necesitados de todo tiempo y lugar, ha sido destacado por el Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que representará al Santo Padre en su beatificación, el domingo 10 de noviembre en Paderborn, Alemania, donde había nacido, concretamente en Olpe, el 17 de septiembre de 1830.

Desde muy pronto manifestó su anhelo de seguir a Cristo y ayudar a los pobres. Formada en una vida de intensa devoción a la Sagrada Eucaristía, sentía las necesidades de la gente en su época. Debido a los cambios en la estructura social y por las políticas de salud en Alemania de mediados del siglo XIX, aumentó la pobreza y el número de niños desprotegidos, a quienes dedicó sus esfuerzos. Hoy sus religiosas desarrollan el apostolado en Alemania, Estados Unidos, Filipinas y Brasil.

La actualidad de su mensaje afianzado en Cristo, nos recuerda el Santo Padre, que son signo de su santidad en la Iglesia. La beatificación de la Madre María Teresa Bonzel es un regalo de la divina providencia a su diócesis, a sus religiosas, a la ciudad de Paderborn. La nueva beata muestra que las palabras de Jesús encontraron en ella un corazón capaz de hacer fructificar el heroísmo de la caridad. Además vemos en su figura un mensaje especial para sus hijas espirituales y para todos nosotros, recuerda que el fin de su consagración religiosa es la propia santificación y los consejos evangélicos.

Francisco I en la pasada solemnidad de todos los Santos (1 de noviembre de 2013) nos decía que los santos son personas que se han dejado guiar por el espíritu de Dios, y María Teresa Bonzel nos recuerda esta santidad, que nace con el bautismo e infunde en cada uno de nosotros las virtudes sobrenaturales de la fe, esperanza y caridad, que permiten crecer en la perfección cristiana.

(CdM – RV)

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