Los derechos humanos en el contexto cristiano

Ciudad del Vaticano, 14 diciembre 2013 (VIS).- El arzobispo Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados, intervino el pasado 13 de diciembre en la Universidad Urbaniana de Roma, con una ponencia sobre los lazos entre la libertad religiosa y el cristianismo, en el ámbito de la Conferencia organizada por la Georgetown University de Washington sobre el tema “Cristianismo y libertad: perspectivas históricas y contemporáneas”.

El arzobispo afirmó que el “concepto mismo de derechos humanos” nació en un contexto cristiano y puso como ejemplo a santo Tomás Moro que, al precio de su propia vida demostró como los cristianos son los primeros en rechazar, en nombre de la libertad de conciencia cualquier proyecto de atropello.

El vínculo entre el cristianismo y la libertad es, por tanto, – prosiguió – original y profundo, hunde sus raíces en las enseñanzas de Cristo, y encuentra más tarde en San Pablo a uno de sus promotores más enérgicos. La libertad es inherente al cristianismo, ya que, como dice Pablo, Cristo nos ha liberado para que fuéramos libres, y si bien, el apóstol habla de la libertad interior, esa repercute en el ámbito social.

Este año se cumple el mil setecientos aniversario del Edicto de Milán, que marca la culminación de la expansión social de la libertad interior de la que hablaba San Pablo. “Al mismo tiempo, desde el punto de vista de la historia y el patrimonio cultural, el Edicto – recordó Mamberti – marca el comienzo de un camino que ha caracterizado la historia de Europa y de todo el mundo, y que ha llevado a lo largo de los siglos a la definición de los derechos humanos así como a la afirmación de la libertad religiosa como el primero de ellos”.

Si Constantino se daba cuenta de que el desarrollo del imperio dependía de la capacidad de cada uno de profesar libremente su fe, la historia demuestra que existe un círculo virtuoso entre la apertura al carácter trascendente del desarrollo humano y social. Basta con contemplar el patrimonio artístico del mundo, y no sólo el de origen cristiano, para comprender la bondad de dicho vínculo. En este punto, es necesario, sin embargo disipar un malentendido en el que es fácil caer, ya que la palabra “libertad” se puede interpretar de muchas maneras. No puede reducirse al mero libre albedrío, ni entenderse negativamente como la ausencia de vínculos. El recto ejercicio de la libertad religiosa no puede separarse de la interacción mutua entre fe y razón. Esto constituye al mismo tiempo, la barrera contra el relativismo y las formas de fundamentalismo religioso que consideran, al igual que el relativismo, la libertad religiosa como una amenaza para su afirmación ideológica.

El prelado concluyó recordando que cuando el Concilio Vaticano II afirmó el principio de la libertad religiosa no propuso una nueva doctrina. Al contrario, reiteró una experiencia humana común, a saber, que todos, como personas, dotadas de razón y de libre voluntad, y por lo tanto capaces de asumir la responsabilidad personal, se ven por su propia naturaleza obligados a buscar la verdad, como un posible conocimiento racional y relacional, donde encontramos la posibilidad de un sano ejercicio de la libertad. En ese nexo encontramos la verdadera dignidad de la persona humana.

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