El Papa a los jóvenes de Taizé : oración y testimonio

(RV).- Europa tiene necesidad de su empeño, coraje y fe para superar los momentos difíciles que aún vive. Es cuanto afirma Francisco I en su mensaje a los jóvenes que se reunirán a partir del 28 de diciembre en Estrasburgo, con ocasión del 36° encuentro europeo organizado por la Comunidad ecuménica de Taizé. En efecto, procedentes de los países europeos, y hasta el próximo 1° de enero, vivirán diversos momentos de oración y reflexión.

El Santo Padre refiriéndose a las jornadas de este año que se celebran simultáneamente en Francia y Alemania, en las regiones de Alsacia y Ortenau, ha hecho mención de su pasado histórico, el de una tierra lacerada por las guerras que causaron numerosas víctimas, pero que también ha traído esperanza al continente europeo.

También, recuerda que se ha fijado para el 2014 buscar la comunión visible entre todos los fieles a Cristo. Y ustedes – afirma el Obispo de Roma – son concientes de que la división entre los cristianos representa un obstáculo para la realización de la misión encomendada a la Iglesia y la credibilidad del anuncio evangélico.

Se lee en el mensaje que comparte la convicción de que unos pueden aprender de otros, en cuanto que sus realidades son numerosas. Y al concluir su alocución, espera la difusión de su testimonio junto al espíritu de paz y reconciliación.

El Papa pide oraciones por los cristianos perseguidos.

En la festividad de San Esteban, protomártir, el Santo Padre ha rezado el Ángelus del mediodía con los fieles que habían acudido a la Plaza de San Pedro, y ha narrado el relato del martirio de Esteban, el diácono lapidado tras un discurso que suscitó la cólera del Sanedrín.

La Navidad es la celebración de la vida, nos infunde sentimientos de serenidad y paz. En esta óptica de la fe, la conmemoración de san Esteban evoca que toda violencia y muerte es vencida, porque la Iglesia ve en el sacrificio de los mártires su nacimiento a una vida nueva en el reino de los cielos. La confrontación entre el bien y mal, el odio y amor, la violencia y paz, alcanza así, su culminación en el martirio.

La memoria del primer mártir en el Evangelio y su liturgia nos lleva al sentido auténtico de la encarnación del Verbo, unido al nacimiento en Belén y a la crucifixión en Jerusalén, recordándonos que la salvación de las almas implica la lucha contra el pecado y el testimonio de la cruz, camino que Jesús indica a sus discípulos.

Por eso, hoy rezamos en particular por los cristianos discriminados por ser testigos de Cristo, acusados injustamente y sujetos a violencias de diverso tipo, más numerosos que en los primeros tiempos de la Iglesia, y que sucede en países en que la libertad religiosa no está garantizada o realizada. y en que los derechos humanos deberían estar tutelados pero donde en cambio los creyentes, y especialmente los cristianos, hacen frente a discriminaciones.

Recemos hoy por ellos, confiando en la providencia divina, dando testimonio y denunciando en el ámbito civil estas situaciones de injusticia.

(María Fernanda Bernasconi – RV)

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