El Santo Padre a representantes de la vida consagrada

Ciudad del Vaticano, 27 de noviembre 2014 (VIS).- La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica ha celebrado su asamblea plenaria reflexionando sobre la actualidad de la vida consagrada en la Iglesia, cincuenta años después de los documentos conciliares “Lumen gentium” y “Perfectae caritatis”, y el Santo Padre les ha dirigido unas palabras. La viña del Señor constituída por los que han elegido imitar a Cristo más de cerca mediante la profesión de los consejos evangélicos, en estos días representados por las formas institucionales presentes hoy en día en la vida consagrada, deben renovar los hábitos y estructuras en la Iglesia si no responden a lo que Dios nos pide para que su reino avance en el mundo.

Los puntos débiles son la resistencia de algunos sectores al cambio, el importante número de abandonos, la fragilidad de algunas rutas de formación, el afán por las tareas ministeriales a expensas de la vida espiritual, la difícil integración de la diversidad cultural y generacional, el problemático equilibrio en el ejercicio de la autoridad y uso de bienes. La regla suprema del Evangelio debe inspirar con audacia los cambios necesarios.

El Papa enumeró después los criterios de orientación a seguir en la ardua tarea de evaluar la originalidad evangélica de las opciones, como la fidelidad carismática, la primacía del servicio, la atención a los más frágiles y el respeto por la dignidad de cada persona.

Antes de finalizar, exhortó a los presentes a seguir trabajando con generosidad e ingenio para revitalizar la vida de la Iglesia, que requiere el compromiso y la capacidad necesaria para proporcionar el espacio idóneo para acoger y hacer fructificar los dones del espíritu santo.

No os olvidéis – concluyó – de proseguir el camino de renovación iniciado, y en gran medida, realizado en los últimos cincuenta años, examinando toda novedad a la luz de la Palabra de Dios y escuchando las necesidades de los demás, utilizando todos los medios a vuestra disposición para avanzar en el camino de santificación personal y comunitaria, orando, adorando y alabando al Señor.

¡Despierten al mundo!

Esta es la exhortación que también Francisco I les ha dirigido en una carta de cara a la inauguración del Año de la Vida Consagrada que inicia el domingo 30 de noviembre, I domingo de Adviento. El sumo pontífice ha anunciado este periodo especial con ocasión del 50° aniversario de la Constitución dogmática “Lumen Gentium”.

En el texto se enumeran sus objetivos, expectativas y horizontes hasta concluir el 2 de febrero del 2016, y se inspira en las indicaciones contenidas en la Exhortación “Vita Consecrata” de Juan Pablo II. Francisco I señala que en la realización de la propia vocación hay que mirar al pasado con gratitud, para tener viva la propia identidad, sin cerrar los ojos frente a las incoherencias, fruto de las debilidades humanas o quizás también del olvido de algunos aspectos esenciales del carisma. Por otro lado, hay que vivir el presente con espíritu de comunión, así como abrazar el fututo con esperanza, sin dejarse desalentar por las tantas dificultades o crisis de vocaciones.

Y dirigiéndose a los más jóvenes, el sumo pontífice les exhorta a no ceder a la tentación de los números y de la eficiencia, todavía menos a aquella de confiar exclusivamente en las propias fuerzas, porque la caridad no conoce límites y tiene la necesidad de llevar el Evangelio a las culturas y a los diversos ámbitos sociales. De hecho, saber transmitir la fe en comunidad hace crecer a la Iglesia en capacidad. Este el testimonio de Cristo, de su solidaridad, al compartir sus valores.

Ser capaces de escrutar la historia en la cual se vive e interpretar los acontecimientos, denunciando el mal del pecado y las injusticias es lo que se espera de quienes viven la vida consagrada y el don del mensaje evangélico, esperando que este año que inicia sea ocasión de una más estrecha colaboración entre las diferentes comunidades tanto en la acogida de los refugiados, como en la cercanía a los pobres, o en el anuncio de la Palabra de Dios.

Por último, el Obispo de Roma no olvida el importante rol de los laicos que con espíritu y misión mantienen viva la esperanza de los creyentes, ni el papel del episcopado en las respectivas diócesis, apoyando y ayudando al discernimiento para hacer de la santidad de vida el principio fundamental de convivencia.

Indulgencias por el Año de la Vida Consagrada.

El Obispo de Roma, con ocasión del Año de la Vida Consagrada, concederá indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre) a todos los miembros de las instituciones de vida consagrada o a los demás fieles que muestren un sincero arrepentimiento, a partir del primer domingo de adviento de este año hasta el 2 de febrero del 2016, día de clausura del Año de la vida consagrada. La indulgencia que puede aplicarse también como sufragio por las almas del purgatorio, se obtendrá :

En Roma, cada vez que participen en las reuniones y celebraciones internacionales establecidas en el calendario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, o en todas las iglesias particulares, cada vez que en los días diocesanos dedicados a la vida consagrada y en las celebraciones diocesanas organizadas para el Año de la Vida Consagrada, visiten la catedral u otro lugar sagrado designado con el consentimiento del ordinario del lugar, o una Iglesia conventual u oratorio de un monasterio de clausura, y recen públicamente allí la liturgia de las horas, y que por un período de tiempo apropiado mediten con piedad, concluyendo con el Padre nuestro, la profesión de fe en cualquier forma legítima aprobada y con las correspondientes invocaciones a la Virgen María.

Los miembros de los institutos de vida consagrada que por enfermedad u otra causa grave no puedan visitar los lugares sagrados, podrán obtener la indulgencia plenaria si tienen la intención de poder cumplir tan pronto como sea posible las tres condiciones habituales, y ofrezcan las enfermedades o molestias de su vida a Dios, añadiendo las oraciones más arriba indicadas. Y para facilitar el conseguimiento de la gracia divina por medio de la caridad pastoral, la Penitenciaría Apostólica – que firma el decreto de indulgencia – pide a los canónigos, miembros del capítulo, sacerdotes de los Institutos de Vida Consagrada, y a todos los que tienen la facultad de escuchar confesiones, que administren con frecuencia el sacramento de la penitencia y la sagrada comunión a los enfermos.

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