Dejémonos transfigurar por la caridad de Dios

(RV).- En este segundo domingo de cuaresma antes del rezo del Ángelus dominical y a su regreso de la semana de ejercicios espirituales en Ariccia, el Santo Padre recordó la liturgia del domingo pasado, que nos presentó a Jesús tentado por satanás en el desierto.

A la luz de este Evangelio, señaló el sumo pontífice, hemos tomado nuevamente conciencia de nuestra condición de pecadores, pero también de la victoria del bien sobre el mal ofrecida a cuantos emprenden el camino de conversión. La Iglesia, dijo el Papa, nos indica en este segundo domingo del camino cuaresmal la meta de este itinerario, es decir, la participación en la gloria de Cristo.

En el Evangelio del día se nos presenta el episodio de la Transfiguración del Señor antes de su llegada a Jerusalén en donde se cumplirán las profecías y se consumará su sacrificio redentor. De este modo, muestra su glorificación a los apóstoles Pedro, Santiago o Juan, para confirmarlos en la fe, y así en lo alto de un monte, se transfigura delante de ellos, mientras desde el cielo se escucha la Voz del Padre: «Éste es mi Hijo. Escúchenlo». Cristo ha sido enviado al mundo para su salvación, lo que comporta asumir la lógica de su misterio pascual, para hacer de nuestra propia existencia un don, en obediencia a la voluntad de Dios, con una actitud de desprendimiento y libertad interior.

Después del rezo a la Madre de Dios, el Obispo de Roma con especial atención a las dramáticas noticias que llegan desde Siria e Irak, relativas a secuestros de personas y abusos contra los cristianos u otras minorías religiosas, además de asegurar a las personas implicadas su oración, pidió a todos, según sus propias posibilidades, trabajar para aliviar el sufrimiento de cuantos están pasando por esta difícil prueba, para que se ponga fin a esta brutalidad intolerable.

Asimismo, recordó la situación de aguda tensión que está viviendo la nación de Venezuela, rezando por las víctimas, exhortando a rechazar la violencia, respetando la vida o dignidad de cada persona, y exhortando al bien común del país.

Y por último, el sumo pontífice dirigió sus saludos a todos los fieles presentes en la plaza de San Pedro, familias, grupos parroquiales, asociaciones, peregrinos en Roma, de Italia u otros países.

(GM y RM – RV)

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