La crisis financiera y el rechazo de la ética

(RV).- En su cordial bienvenida a los nuevos embajadores ante la Santa Sede de Kirguizistán, Bolot Iskovich Otunbaev, de Antigua y Barbuda, David Shoul, de Luxemburgo, Jean-Paul Senninger, y de Botswana, Lameck Nthekela, el Obispo de Roma pronunció un denso discurso recordando que la crisis ética se debe al rechazo de Dios.

(CdM – RV)

Texto completo del discurso del Papa.

Señores Embajadores :

Me alegra acogerlos con ocasión de la presentación de las Cartas que los acreditan como Embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de sus respectivos países ante la Santa Sede : Kirguistán, Antigua y Barbuda, el Gran Ducado de Luxemburgo y Botswana. Las amables palabras que me han dirigido y agradezco profundamente, testimonian que los Jefes de Estado de sus países tienen el anhelo de desarrollar las relaciones de estima y cooperación con la Santa Sede. Les agradezco que ustedes quieran transmitirles mis sentimientos de gratitud y respeto, asegurando mis oraciones por ellos y sus conciudadanos.

Nuestra humanidad está viviendo en la actualidad un momento álgido de su propia historia, teniendo en cuenta los avances registrados en diversos campos. Debemos alabar los logros positivos que contribuyen al auténtico bienestar de la humanidad, como por ejemplo en los ámbitos de la salud, educación y comunicación. Sin embargo, también hay que reconocer que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo siguen viviendo en precariedad cotidiana, con consecuencias funestas. Algunas patologías aumentan, con sus consecuencias psicológicas, el miedo y la desesperación se apoderan de los corazones de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos; la alegría de vivir va disminuyendo; la indecencia y violencia aumentan; la pobreza se vuelve cada vez más impactante. Se tiene que luchar para vivir, y, a menudo, sin dignidad. Una de las causas de esta situación, en mi opinión, se encuentra en nuestra relación con el dinero y aceptación de su imperio y dominio en nuestro ser y nuestras sociedades. De este modo, la crisis financiera que estamos viviendo, nos hace olvidar que su primer origen se encuentra en una profunda crisis antropológica. Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32, 15-34) ha encontrado una imagen nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro y objetivo verdaderamente humano.

La crisis mundial que afecta las finanzas y la economía parece poner de relieve sus deformidades, y, sobre todo, la grave falta de su orientación antropológica, que reduce al hombre a una sola de sus necesidades : el consumo. Y peor aún, el ser humano es considerado hoy como un bien en sí que se puede utilizar y luego desechar. Esta deriva se verifica a nivel individual y social. Y además es promovida. En este contexto, la solidaridad, que es el tesoro de los pobres, se considera a menudo contraproducente, contraria a la racionalidad económica. Al tiempo que los ingresos de una minoría van creciendo de manera exponencial, los de la mayoría van disminuyendo. Este desequilibrio proviene de ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando de este modo el derecho de control de los Estados, estando encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral y sin remedio posible, sus leyes y reglas. Además, la deuda y el crédito alejan a los países de su economía real y a los ciudadanos de su poder adquisitivo. A todo ello se añade, una corrupción tentacular y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y poseer se ha vuelto sin límites.

Detrás de esta actitud se encuentra el rechazo de la ética, de Dios. Igual que la solidaridad, la ética molesta. Se considera contraproducente; demasiado humana, porque relativiza el dinero y poder; se ve como una amenaza, porque rechaza la manipulación y el sometimiento de la persona. Porque la ética lleva hacia Dios, que está fuera de las categorías del mercado, considerado por estos economistas y políticos, como no manejable, incluso peligroso, ya que llama al hombre a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. La ética no ideológica, naturalmente permite, crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y líderes gubernamentales de sus países a considerar las palabras de San Juan Crisóstomo : “No compartir con los pobres es robarles y quitarles sus vidas. No son nuestros los bienes que poseemos, sino suyos” (Homélie sur Lazare, 1, 6: PG 48, 992D).

Sería conveniente realizar una reforma financiera que fuera ética y, a su vez que comportara una reforma económica saludable para todos. Sin embargo, esto requeriría un cambio audaz de actitud de los dirigentes políticos. Les exhorto a que afronten este reto, con determinación y visión de futuro, por supuesto, teniendo en cuenta la naturaleza específica de sus contextos. El dinero debe servir y no gobernar. El Papa ama a todos; pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promoverlos. El Papa insta a la solidaridad desinteresada y a un retorno de la ética en favor del hombre en la realidad económica.

La Iglesia, por su parte, siempre trabaja para el desarrollo integral de cada persona. En este sentido, ella recuerda que el bien común no debe ser una simple suma, un esquema conceptual, de calidad inferior, añadido a la agenda política. La Iglesia anima a los gobernantes a estar verdaderamente al servicio de sus pueblos. Exhorta a los dirigentes de las realidades financieras a tomar en consideración la ética y solidaridad. ¿Y por qué no acudir a Dios para inspirar los propios diseños? Se formará una nueva mentalidad política que ayudará a transformar la dicotomía absoluta entre lo económico y social en una sana convivencia.

Por último, saludo con afecto, a través de ustedes, a los Pastores y fieles de las comunidades católicas en sus naciones. Les insto a continuar su testimonio valiente y gozoso de la fe y del amor fraternal enseñados por Cristo. No tengan miedo de ofrecer su contribución al desarrollo de sus estados a través de iniciativas y actitudes inspiradas en las Sagradas Escrituras.

Y en el momento en que comienzan su misión, les ofrezco, señores Embajadores, mis mejores deseos, asegurando la cooperación de la Curia Romana para el cumplimiento de su función. Con este fin, de buen grado, invoco sobre ustedes y sus familias y colaboradores, la abundancia de las bendiciones divinas.

(Traducción : Eduardo Rubió y Cecilia de Malak)

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