La iglesia y el cuerpo místico de Cristo

(RV).- Una ya habitual plaza de San Pedro repleta de fieles escucha atentamente la catequesis del miércoles de Francisco I. Esta mañana el Obispo de Roma se ha referido al misterio de la Iglesia convocada por Jesús entre todos los pueblos, comunicándole su Espíritu y constituyéndola místicamente en su cuerpo vivo, que camina y actúa en la historia, que tiene a Jesucristo como cabeza que lo guía, alimenta y ayuda.

Texto de la catequesis del Papa.

Queridos hermanos y hermanas : ¡Buenos días!

Hoy me centraré en otra expresión con la que el Concilio Vaticano II indica la naturaleza de la Iglesia: el Concilio dice que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (cf. Lumen Gentium,7).

Quisiera partir de un texto de los Hechos de los Apóstoles, que conocemos bien: la conversión de Saulo, quien luego se llamará Pablo, uno de los más grandes evangelizadores (cf. Hch 9,4-5). Saulo era un perseguidor de los cristianos, pero mientras recorre el camino que conduce a la ciudad de Damasco, de repente una luz lo envuelve, cae a tierra y oye una voz que le dice: ¿Saulo, por qué me persigues? Él pregunta: ¿Quién eres, Señor?, y la voz responde: Yo soy Jesús, a quien tú persigues (v. 3-5). Esta experiencia de San Pablo nos cuenta la profundidad de la unión entre los cristianos y el mismo Cristo. Cuando Jesús ascendió al cielo, no nos dejó huérfanos, sino con el don del Espíritu Santo, la unión con Él se ha vuelto aún más intensa. El Concilio Vaticano II afirma que Jesús comunicando su Espíritu, constituye místicamente como su cuerpo a sus hermanos, llamados de todos los pueblos (Constitución Dogmática. Lumen Gentium, 7).

La imagen del cuerpo nos ayuda a comprender este profundo vínculo IglesiaCristo, que san Pablo ha desarrollado sobre todo en la primera Carta a los Corintios (cf. cap. 12). En primer lugar, el cuerpo nos llama a una realidad viva. La Iglesia no es una asociación benéfica, cultural o política, sino que es un cuerpo vivo, que camina y actúa en la historia. Y este cuerpo tiene una cabeza, Jesús, que lo guía, alimenta y sostiene. Este es un punto que quiero destacar: si se separa la cabeza del resto del cuerpo, la persona no puede sobrevivir. Así es en la Iglesia: debemos permanecer unidos cada vez más profundamente a Jesús: Pero no sólo eso: como en un cuerpo, es importante que corra la sangre vital para que viva, así debemos permitir que Jesús obre en nosotros, que su Palabra nos guíe, su presencia en la Eucaristía nos alimente, anime, su amor dé fuerza. ¡Y esto siempre, siempre! Querido/as hermano/as, estemos unidos a Cristo, confiemos en Él, orientemos nuestra vida según el Evangelio, alimentémonos con la oración cotidiana, escucha de la Palabra de Dios, y participación en los sacramentos.

Y aquí un segundo aspecto de la Iglesia. San Pablo dice que como los miembros del cuerpo humano, aunque diferentes y numerosos, forman uno solo, así nosotros fuimos todos bautizados mediante un solo Espíritu (cf. 1 Cor 12:12-13). En la Iglesia, por lo tanto, hay una gran variedad, diversidad de tareas y funciones; no hay la monótona uniformidad, sino la riqueza de los dones que el Espíritu Santo otorga. Pero hay la comunión y unidad: todos están en relación unos con otros y participan en la formación de un solo cuerpo vital, profundamente unido a Cristo. Recordemos bien: ser parte de la Iglesia quiere decir estar unidos a Cristo y recibir de Él la vida divina que nos hace vivir como cristianos, significa permanecer unidos al Papa y a los Obispos que son instrumentos de unidad y comunión, y también aprender a superar personalismos y divisiones, entenderse mejor, armonizar la variedad y riquezas de cada uno; en una palabra: querer más a Dios y las personas que están junto a nosotros, en la familia, parroquia, asociaciones. Cuerpo y extremidades para vivir deben estar unidos.

La unidad es superior a los conflictos, si no se superan, nos separan de Dios. El conflicto puede ayudarnos a crecer, pero también nos puede dividir. Nosotros no vamos por el camino de la lucha entre nosotros. Todos unidos, ese es el camino del Señor, una gracia que debemos pedir para que nos salve de las tentaciones, luchas entre nosotros, del egoísmo, los chismes. Cuánto daño causan a la Iglesia las divisiones entre cristianos, los partidismos, intereses mezquinos entre comunidades: evangélicos, ortodoxos, católicos … Debemos tratar de unirnos, tenemos que orar entre los cristianos para que el Señor nos una. Él nos envía el Espíritu Santo (cf. Rom 5,5).

Saludos del Santo Padre.

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, Costa Rica, Honduras, México, República Dominicana y los demás países latinoamericanos. Pidamos al Señor que nos ayude a ser miembros vivos de su Cuerpo unidos por el amor que el Espíritu Santo derrama en los corazones. Muchas gracias.

(ER, CdM y RC – RV)

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