Encuentro del Papa con los catequistas

Cruz de Cristo(RV).- La tarde del viernes 27 de septiembre en el Aula Pablo VI del Vaticano, se llevó a cabo el esperado encuentro de Francisco I con miles de participantes en el Congreso Internacional sobre Catequesis (Roma, 26-28 de septiembre de 2013) sobre el tema : “El catequista, testimonio de la fe”.

Discurso del Papa.

Queridos catequistas : ¡Buenas tardes!

Me alegra que se lleve a cabo para ustedes este encuentro, la catequesis es su columna para la educación, y se necesitan buenos catequistas. Gracias por este servicio a la Iglesia. También a veces puede ser difícil, se trabaja y empeña tanto, pero no se ven los resultados deseados. Es quizás la mejor herencia que podemos dar. Educar en la fe, para que esta crezca. Ayudar a los niños, muchachos, jóvenes, adultos a conocer cada vez más al Señor, es una vocación. Nosotros ayudamos y guiamos al encuentro con Jesús. Recuerden aquello que Benedicto XVI nos ha dicho : “la Iglesia no crece por proselitismo”. Ser catequista significa dar testimonio de la fe en coherencia con la propia vida. Y esto no es fácil. Me gusta recordar aquello que San Francisco de Asís decía a sus frailes : “prediquen siempre el Evangelio y si fuese necesario también con las palabras”. Pero antes que la gente vea el ejemplo de sus vidas, y esta gracia es un regalo que nos da Cristo.

Ante todo y antes que nada hablaré de que significa tener familiaridad con el hijo de Dios, que lo recomienda con insistencia a los discípulos en la Última Cena, cuando se disponen a vivir el don más alto, el sacrificio de la Cruz. El Señor utiliza la siguiente imagen, diciendo : permanezcan unidos a mí, como el sarmiento está unido a la vid; porque solamente podemos dar fruto si permanecemos con Él.

La primera cosa, para un discípulo, es estar con el Maestro, escucharlo y aprender. Y esto siempre, es un camino que dura toda la vida, una actitud, porque estar en presencia del Señor es una forma de rezar, un don. Entiendo que para quien está casado y tiene hijos no es fácil, especialmente, es difícil encontrar un largo tiempo de calma. Pero, gracias a Dios, en la Iglesia hay variedad de vocaciones y formas espirituales, lo importante es encontrar la manera adecuada de estar con Él, y esto es posible en todo estado de vida.

El segundo elemento es imitar a Cristo, salir de sí mismo e ir al encuentro del prójimo. Ésta es una experiencia que te abre a los otros. Dios es el centro, y así nos transformamos si permanecemos unidos al Señor, que nos hace entrar en este dinamismo de relación, que se comunica. Así nosotros nos convertimos. Donde hay verdadera vida en Cristo, hay apertura hacia el otro. Y este es el trabajo del catequista para testimoniar y predicar a Jesús, que es precisamente quien nos empuja al encuentro con los demás. El catequista es consciente que ha recibido el don de la fe o kerigma, y lo da, ofrece y transmite, genera misión. San Pablo decía : «La caridad de Cristo nos empuja», que se puede traducir también por “nos posee”. Y así, en esta tensión se mueve el corazón del cristiano.

Y el tercer aspecto es no tener miedo de ir con Jesús. Aquí me viene a la mente la historia de Jonás, una figura verdaderamente interesante, especialmente en nuestros tiempos de cambios e incertidumbres, una persona piadosa, con una vida tranquila y ordenada. Por eso cuando el Señor lo llama y le dice ir a predicar a Nínive, la gran ciudad pagana, no se siente capaz, porque está en la periferia de su mundo. Y aunque escapa, huye y se va a España, acaba por embarcarse en una nave. Nos enseña a no tener miedo de seguir a Dios. Por eso, si ustedes van a las periferias lo encontrarán allí. Pero cuando los cristianos se encierran en un grupo, movimiento, parroquia o ambiente son como catequistas que se dejan llevar por el miedo, son unos cobardes.

Nuestra fuerza es llevar el Evangelio con verdadero espíritu apostólico y parresía, mientras Jesús nos precede. Cuando pensamos ir lejos, a una periferia extrema, y tenemos temor, en realidad Él nos espera en el corazón de aquel que en su carne herida y vida oprimida, tiene un alma que necesita de nuestra fe.

Les digo gracias por aquello que hacen, pero sobre todo porque son el Pueblo de Dios en camino, permanezcamos con Cristo, sigámoslo, imitémoslo y vayamos al encuentro de otras personas con la audacia de trazar nuevas vías para el anuncio del Evangelio. Que el Señor los bendiga y la Virgen los acompañe.

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