El Papa en la comunidad religiosa de Kkottongnae

(RV).- Luego de celebrar la Santa Misa en la que beatificó a Paul Yun Ji-chung y sus 123 compañeros mártires, el Papa se trasladó a la nunciatura apostólica donde almorzó con su séquito, para dirigirse sobre las 15.15 h. a Kkottongnae, una población fundada en los años setenta del siglo XX por el padre John Woong Jin, de la comunidad de renovación carismática, y que es un lugar destinado a los sin techo, alcohólicos, enfermos y minusválidos.

El complejo que cada año recibe a miles de personas, se encuentra en la Diócesis de Cheongju, surge en una colina que incluye hospitales, alojamientos, una universidad y centros de recuperación para los abandonados de cualquier edad.

Esta organización humanitaria ha abierto sede también en otros países, entre los cuales, Bangladesh, Filipinas, Uganda, Haití, India, Canadá y EE.UU., funciona gracias a las donaciones de los socios y subsidios del gobierno, con la gestión de lo/as Hermano/as de Jesús, y más de mil voluntarios.

Francisco I se presentó en la Casa de la Esperanza a las 16.30 h. con los pies descalzos, en señal de respeto, y se detuvo en su capilla, para dirigirse después al encuentro con los presentes e impartirles su bendición.

Entre cantos y oraciones, Su Santidad se dirigió a las 17.15 h. al encuentro con lo/as religioso/as en el Centro de Espiritualidad, donde cada año cerca de doscientos mil jóvenes cursan su formación.

En el breve trayecto que realizó en papamóvil, se detuvo a orar en un cementerio formado por docenas de cruces blancas, que significan las vidas perdidas antes de nacer por causa del aborto, y donde saludó a una representación de los activistas provida de Corea y al misionero Lee Gu-Won.

Miles de personas esperaban en el auditorio, y después de rezar a la Virgen María, en su alocución señaló que la vida consagrada es un don para la Iglesia o el mundo, que su testimonio debe estar sostenido por la comunidad de oración, meditación de la Palabra de Dios y celebración de los sacramentos, exhortándoles a compartir su experiencia, llevando a Cristo a todos los rincones del país, y rogando por las vocaciones.

Y el último discurso del Santo Padre, este sábado 16 de agosto, fue dirigido al apostolado laico en reconocimiento de su rol primordial, por el que fue instituido en 1968 el Consejo Católico para el apostolado seglar, presente en todo el país y cuyo Presidente es Paul Kwon Kil-joog.

De este modo, poniendo de manifiesto la heredad de fe por generaciones de laicos que perseveraron a pesar de la escasez de sacerdotes y la amenaza de graves persecuciones, Francisco I se refirió en particular, a la labor de las numerosas asociaciones que se ocupan directamente de la atención a los pobres y necesitados, destacando la importancia de su asistencia, que debe estar orientada al desarrollo de la persona y promoción humana.

También palabras de gratitud y reconocimiento fueron dirigidas a las mujeres católicas, que contribuyen como madres, catequistas, maestras u otras tantas formas, señalando la importancia del testimonio y comunión dado por las familias cristianas en una época de crisis de la vida familiar, porque son la base de la sociedad y el lugar en el que se aprenden los valores humanos, espirituales y morales que hacen a las personas ser capaces de velar por el bien común, la justicia y paz en nuestras comunidades.

Finalmente, centrándose en una educación cada vez más completa de los fieles laicos, mediante la catequesis continua y dirección espiritual, les ha pedido poner sus talentos o carismas al servicio de la Iglesia y con espíritu misionero.

(GM – RV)

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