Misa de Pentecostés

(RV).- Este 24 de mayo, Domingo de Pentecostés, el Santo Padre presidió la Santa Misa en la Basílica de San Pedro con numerosos fieles que llegaron al Vaticano para participar en esta solemne eucaristía. La celebración se acompañó de los ritos de la bendición del agua, y en su homilía el Papa recordó que en la mañana de Pentecostés la efusión se produce de manera fragorosa, como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las mentes o corazones de los apóstoles. Es esta la fuerza que dona a los discípulos una energía tal que los empuja al anuncio en diversos idiomas de la resurrección de Cristo.

Comentando el Evangelio de San Juan, el sumo pontífice señaló que la acción del espíritu santo nos introduce cada vez más en la comprensión de este misterio y nos dará una nueva clave de lectura para introducirnos en la comprensión del evento de la salvación. Estas personas, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar las consecuencias del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales, y por la gracia de Dios ellos comprenden toda la verdad. Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en la buena nueva que se debe anunciar a todos.

Por ello, afirmó el Obispo de Roma, este don recibido renueva todas las cosas y podemos vivir reconociendo la gloria del Creador. Asimismo, el sucesor de Pedro precisó que hoy liberados del pecado cumplimos la voluntad del Señor, de la que el mundo tiene necesidad de su valor, esperanza, fe, perseverancia, y caridad.

A continuación, hacia el mediodía desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico, Francisco I rezó la oración mariana del Regina Coeli, afirmando que esta solemnidad nos hace revivir los inicios de la Iglesia, tal como se lee en el libro de los Hechos de los Apóstoles que narra los acontecimientos ocurridos cincuenta días después de la Pascua en la casa donde se encontraban los seguidores de Jesús : “Vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento y todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. A la vez que señaló la misión de evangelización que surge de este encuentro.

Por último, después del rezo Su Santidad dirigió sus saludos a los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro y realizó un llamamiento ante los acontecimientos de los numerosos prófugos en el Golfo de Bengala y el mar de Andamán, personas que están afrontando graves sufrimientos y peligros, animando a la comunidad internacional para socorrer y asistir a tantos damnificados.

Asimismo, saludo a las familias, grupos parroquiales y asociaciones presentes, destacando el testimonio de los dos nuevos beatos, Monseñor Óscar Romero y Sor Irene Stafani, cuyo ejemplo heroico suscita en cada uno de nosotros su valentía y abnegación cristiana.

(RM y MFB – RV)

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