El Santo Padre Francisco pide seguir a Cristo

Ciudad del Vaticano, 24 marzo 2013 (VIS).- El Papa Francisco ha presidido esta mañana la celebración del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro, más de doscientas cincuenta mil personas escuchaban sus palabras, desde la Basílica hasta el Tíber.

Éste ha sido su primer acto litúrgico multitudinario – después de la misa del inicio de su Pontificado -; una de las celebraciones litúrgicas más importantes de la Iglesia Católica con las que se inicia el triduo pascual, de la Pasión y la Resurrección de Jesucristo. Y todos los aspectos que conforman esta ceremonia estaban pensados para reflejar el profundo sentido de la Semana de Pasión que se avecina. Un año más – la costumbre empezó hace 13 años – los olivos han sido traídos de la región italiana de Puglia, y los floristas que han decorado la Plaza con flores y plantas mediterráneas también provienen de esta zona conocida por su especial carácter acogedor.

Este año, el diseño que rodeaba al altar reflejaba la geografía de los cinco continentes, dibujados con cinco tierras de diferentes tonalidades, y adornos florales en cuyas composiciones se han mezclado 60.000 ramos de olivo, con variedades tan diversas como tallos y hojas de melocotoneros, tomillo, mirto, helechos, fresa, retama, liliácea, alhelí, flámula. Bajo las inmensas esculturas de San Pedro y San Pablo, en el centro de la Plaza, dos olivos seculares, que tras la misa se plantarán en los Jardines del Vaticano.

La celebración comenzaba a las 9.30 h. de la mañana con la procesión de las palmas, en la que han participado 620 personas (entre otros: cardenales, obispos, sacerdotes, diáconos, jóvenes y seglares, mujeres y hombres). Unas 2.000 palmas traídas de San Remo y Bordighera, como ocurre ya desde hace cinco siglos.

En el momento en que la multitud cantaba el “Hossanna”, el Papa ha entrado en la plaza de San Pedro en papamovil descubierto. Llevaba una de las palmas de Remo, de tres metros, elaborada artesanalmente cruzando tres hojas de palma blanca, con lo que se busca simbolizar a la Santísima Trinidad.

Antes, a través de los altavoces, se recordaba a todos los congregados la necesidad del recogimiento y la piedad para seguir el acto eucarístico, y se señalaba la inoportunidad de usar, en ciertos momentos, pancartas y banderas (muchas de ellas argentinas), así como los gritos de vítores al Papa Francisco.

La respuesta del pueblo fue incontestable. En la plaza, la vía de la Conciliazione, y las calles adyacentes más de 250.000 personas participaban en la ceremonia. Celebrando con el Santo Padre, que vestía ornamentos rojos y llevaba el báculo, han estado dos cardenales: el vicario del Papa para la diócesis de Roma, Agostino Vallini, y el presidente del pontificio consejo para los Laicos, Stanislaw Rylko; y dos monseñores: Josef Clemens, secretario del pontificio consejo para los Laicos, y monseñor Filippo Iannone, vicegerente de la diócesis de Roma.

El Evangelio, la lectura completa del relato de la Pasión, proclamado por tres diáconos, fue seguida en un llamativo silencio. El clima de piedad fue especialmente intenso en el momento en el que se recuerda la muerte de Cristo, un largo minuto que el Papa ha rezado de rodillas con gran recogimiento.

Y comienza la homilía del Papa Francisco. De pie, en el atril, en italiano. Con el anillo del Pescador en su mano derecha. Una homilía que el Papa Francisco ha pronunciado con gestos vivos, enfatizando, ayudándose de los cuatro folios que tenía delante, pero sobre todo ayudándose de sus brazos, sus posturas, sus silencios, con la mirada puesta en la Plaza, de derecha a izquierda y viceversa; de adelante atrás y viceversa …

Partiendo del Evangelio del día, la entrada de Cristo en Jerusalén montado en un borrico y la aclamación del pueblo a su paso, tres son las palabras sobre las que el Papa Francisco ha construido su homilía: alegría, cruz y juventud.

En este sentido, el Papa ha recordado las Jornadas de la Juventud iniciadas en el pontificado de Juan Pablo II y les ha dicho a los jóvenes «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de este año, y a continuación Francisco ha añadido “también yo me pongo en camino con vosotros, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Preparaos bien, sobre todo espiritualmente en vuestras comunidades”.

El Santo Padre ha concluido la homilía acudiendo a la Virgen: “Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida”. Tras la homilía, ha seguido la misa hasta llegar a la comunión, repartida sólo por diáconos.

Pero todo no ha terminado ahí. Francisco, en papamovil descubierto, ha vuelto a hacer un largo recorrido por la Plaza de San Pedro. Y de nuevo, ha sonreído a todos, ha acariciado y besado a los bebés y niños que le han acercado, ha provocado breves conversaciones con los que estaban a su paso, ha gesticulado con unos y otros y no ha dejado de impartir su bendición.

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