La Iglesia nace del gesto supremo de Jesús

(RV).- Con un gesto de respuesta a los miles de peregrinos que a pesar de la amenaza de lluvia, llegaron a la Plaza de San Pedro, el Papa entró sin paraguas y en coche abierto para la audiencia general del miércoles. El Santo Padre “empapado” inició su catequesis sobre “La Iglesia como Familia de Dios”. Para terminar invitando a todos a vivir la fe, no sólo como un don y un acto personal, sino como respuesta a la llamada de Jesús de vivir juntos, siendo la gran familia de los convocados por Él.

jesuita Guillermo Ortiz – RV

Texto completo de la catequesis del Papa.

Queridos hermanos y hermanas : ¡Buenos días!

El miércoles pasado señalé el profundo vínculo entre el Espíritu Santo y la Iglesia. Hoy quisiera empezar una serie de catequesis sobre el misterio de la Iglesia, un misterio que todos vivimos y del que formamos parte. Me gustaría hacerlo con expresiones presentes en los textos del Concilio Ecuménico Vaticano II. Hoy empiezo por la primera: la Iglesia como familia de Dios.

En estos meses, más de una vez he hecho referencia a la parábola del hijo pródigo, o mejor dicho del padre misericordioso (cf. Lc 15,11-32). El hijo más joven sale de la casa de su padre, dilapida todo y decide volver porque se da cuenta de que cometió un error, pero ya no se considera digno de ser hijo y piensa poder ser recibido de nuevo como un siervo. El padre, en cambio, corre a su encuentro, lo abraza, le devuelve su dignidad de hijo y lo celebra. Esta parábola, como otras en el Evangelio, muestra bien el diseño de Dios para la humanidad.

¿Cuál es este proyecto de Dios? Es hacer de todos nosotros una única familia de sus hijos, en los que cada uno se sienta cerca y se sienta amado por Él, como en la parábola del Evangelio, sienta el calor de ser la familia de Dios. En este gran proyecto encuentra su origen la Iglesia, que no es una organización fundada por un acuerdo de algunas personas, sino – como nos ha recordado tantas veces el Papa Benedicto XVI – es obra de Dios, nace precisamente de este plan de amor que se desarrolla progresivamente en la historia. La Iglesia nace de la voluntad de Dios de llamar a todos los hombres a la comunión con Él, a su amistad, es más a participar como sus hijos en su misma vida divina. La misma palabra “Iglesia“, del griego ekklesia, significa “convocación” : Dios nos convoca, nos invita a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarse en sí mismos y nos llama a ser parte de su familia. Y esta llamada tiene su origen en la creación misma. Dios nos creó para que vivamos en una relación de profunda amistad con él, e incluso cuando el pecado rompe esta relación con Él, con los demás y con la creación, Dios no nos abandona. Toda la historia de la salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, lo acoge. Llamó a Abraham para ser el padre de una multitud; eligió al pueblo de Israel para forjar una alianza que abrazara a todas las naciones; y envió, en la plenitud de los tiempos, a su Hijo para que su designio de amor y de salvación se realizara en una nueva y eterna alianza con la humanidad entera. Cuando leemos los Evangelios, vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad Él se prepara y edifica su Iglesia.

¿De dónde nace entonces la Iglesia? Nace del gesto supremo de amor en la Cruz, del costado traspasado de Jesús, del que fluye sangre y agua, símbolos de los sacramentos de la Eucaristía y del Bautismo. En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital es el amor de Dios que se realiza en amarle a Él y a los demás, a todos, sin distinción ni mesura. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado.

¿Cuándo se manifiesta la Iglesia? Lo hemos celebrado hace dos domingos; se manifiesta cuando el don del Espíritu Santo, llena el corazón de los Apóstoles y les empuja a salir y a empezar el camino para anunciar el Evangelio, difundir el amor de Dios. Incluso hoy alguien dice: “Cristo sí, Iglesia no”. Aquellos que dicen: “Yo creo en Dios pero no en los sacerdotes”. Pero es precisamente la Iglesia la que nos lleva a Cristo y nos dirige a Dios: la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Por supuesto, también tiene aspectos humanos; en los que forman parte de ella, pastores y fieles, hay defectos, imperfecciones. Pero lo hermoso es que cuando nos damos cuenta de que somos pecadores nos encontramos con la misericordia de Dios que siempre perdona. No olvidemos esto. Él nos recibe en su amor y perdón. Pensemos en ello.

Preguntémonos hoy: ¿cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de su familia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan bienvenidos y comprendidos, para que se sienta la misericordia y el amor de Dios que renueva la vida? Pidamos al Señor de una manera especial en este Año de la fe, que nuestras comunidades, toda la Iglesia, sean cada vez más verdaderas familias que viven y traen el calor de Dios. Gracias.

(Traducción de Eduardo Rubió)

Saludos del Santo Padre.

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, El Salvador, Ecuador, Honduras, Perú, Argentina, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a vivir la fe, no sólo como un don y un acto personal, sino como respuesta a la llamada de Dios de vivir juntos, siendo la gran familia de los convocados por Él. Muchas gracias.

Dad gracias a Dios por vuestros padres.

Ciudad del Vaticano, 29 mayo 2013 (VIS).- Francisco I ha dirigido unas palabras a los jóvenes que se reunirán el próximo 1 de junio en Lednica, para celebrar la reunión anual en las fuentes bautismales de Polonia, lugar histórico del primer bautismo del pueblo polaco en el año 966 y que desde 1997 reúne a centenares de jóvenes a orillas del lago Lednica.

Recordad que Dios es nuestro Padre, ha dicho el Papa. Nos ha creado, nos ha otorgado nuestros talentos y nos guía en el camino de la vida. Está con nosotros a pesar de nuestras debilidades, de nuestros pecados y nuestras faltas. Es modelo de paternidad, incluso la terrenal. No os olvidéis – ha añadido – de dar gracias a Dios por vuestros padres son un don de Dios y una gran responsabilidad al dar una nueva vida. No tengáis miedo y estad abiertos también a la paternidad espiritual.

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