El rito de la bendición e imposición de las cenizas

Ciudad del Vaticano, 18 febrero 2015 (VIS).- Hoy, Miércoles de Ceniza, el Santo Padre presidió la tradicional procesión penitencial desde la Iglesia de San Anselmo del Aventino hasta la basílica de Santa Sabina, en la misma colina romana. Después, celebró la eucaristía con el rito de la bendición e imposición de la ceniza.

La homilía tuvo como hilo conductor el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios para llamar a su pueblo al arrepentimiento y conversión, debido a los desastres causados por una plaga de langostas que devastaba Judea. Solamente el Señor, dijo Francisco I, puede salvar del azote, por lo tanto hay que suplicarle, confesando el propio pecado.

El profeta insiste en la conversión interior pidiendo al pueblo que retorne a Dios con todo su corazón. Una súplica que significa emprender un camino o itinerario espiritual que toca lo más profundo de la persona, los sentimientos, que maduran con nuestras decisiones y actitudes.

El llamamiento de Joel no se dirige solamente a los individuos, involucra a la comunidad, es decir, se detiene en particular en la oración de los sacerdotes, reiterando que debe ir acompañada de un sincero arrepentimiento.

Un mensaje que se recoge también en el Evangelio, en el que Jesús indica tres obras de piedad previstas por la ley mosaica, la limosna, oración y ayuno. De este modo, la reconciliación es posible si nos dejamos guiar por el espíritu, ya que como signo de su voluntad aparece la llamada a la conversión, que nos sirve de empuje para volver a confiar en el Señor.

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